Dictaduras, guerras y violencia: FIFA ha celebrado Mundiales en los peores escenarios

Dictaduras, guerras y violencia: FIFA ha celebrado Mundiales en los peores escenarios

Foto: Freepik

En México, la emoción por el Mundial 2026 comienza a encenderse con fuerza, impulsada por una serie de anuncios y campañas del gobierno federal que buscan colocar al país en “modo mundialista” a siete meses del arranque del evento.

 

Sin embargo, este entusiasmo contrasta con un clima de creciente violencia y problemas de seguridad que también se ha trasladado a las redes sociales, donde en las últimas semanas ha aumentado un clamor de internautas que exigen a la FIFA reconsiderar o incluso retirar a México como una de las sedes del torneo.

 

 

 

Pero, a pesar de esta presión, la remoción de México como sede es un escenario prácticamente imposible a estas alturas, con el torneo programado para iniciar el 11 de junio de 2026 en el estadio Azteca.

 

Pero, ¿es México un caso aislado o la FIFA ha organizado torneos en países con contextos de violencia, dictaduras o conflictos graves? Un repaso documentado de los Mundiales muestra que el organismo pocas veces ha considerado la inseguridad como un criterio determinante para cancelar o mover una sede, incluso en escenarios mucho más críticos que los actuales en el país.

 

En 1934, Italia celebró el torneo bajo el régimen fascista de Benito Mussolini, se vivía la represión política masiva, persecución de opositores y un aparato estatal de control. Aun así, la FIFA avaló el evento sin registrar incidentes de seguridad dentro de los estadios, pese a que el dictador utilizó el Mundial como herramienta de propaganda y los equipos visitantes denunciaron presiones e intimidaciones.

 

 

 

Otro antecedente fue el mundial de Argentina en 1978, organizado en pleno auge de la dictadura militar, a dos años del golpe de Estado. Con más de 30,000 desapariciones y un clima de terror generalizado, organismos internacionales como Amnistía Internacional pidieron cancelar el torneo, sin embargo, la FIFA ignoró los llamados y el Mundial se llevó a cabo sin incidentes terroristas, aunque bajo fuertes cuestionamientos éticos, puesto que la final se jugó a metros del centro clandestino de tortura ESMA.

 

En 1994, Estados Unidos albergó la Copa del Mundo en medio de una de las peores crisis de violencia urbana de su historia reciente. La tasa de homicidios rondaba los 10 por cada 10,000 habitantes, las secuelas de los disturbios de Los Ángeles aún estaban frescas y las pandillas dominaban zonas enteras en ciudades sede. Aun así, el evento terminó siendo uno de los más seguros, apoyado en un despliegue policial sin precedentes.

 

Sudáfrica 2010 enfrentó dudas similares, con una tasa de homicidios cercana a 34 por cada 100,000 habitantes y constantes episodios de xenofobia y robos violentos; medios internacionales anticiparon un escenario de riesgo extremo. Sin embargo, el torneo transcurrió sin atentados ni incidentes graves, con la presencia de 41,000 policías adicionales exigidos por la FIFA.

 

Algo parecido ocurrió en Brasil 2014, donde la violencia urbana alcanzaba niveles críticos en varias ciudades sede. Las protestas masivas contra el gasto público, los enfrentamientos con la policía y la debilidad de la estrategia de pacificación en favelas generaron tensiones antes del evento. Durante el Mundial se registraron disturbios aislados fuera de estadios, pero no incidentes mayores dentro, salvo una riña fatal entre aficionados.

 

Rusia 2018 también se celebró en un contexto adverso, con la guerra activa en el Donbás, anexión de Crimea, represión política y estrictas leyes contra la comunidad LGBT. Pero, a pesar de ello, el torneo transcurrió sin incidentes significativos, aunque varios países mantuvieron boicots diplomáticos y organizaciones de derechos humanos denunciaron abusos sistemáticos en el país anfitrión.

 

Incluso el Mundial más reciente, Qatar 2022, se llevó a cabo bajo un régimen con severas restricciones de libertades, denuncias por explotación laboral de trabajadores migrantes y leyes que castigan la homosexualidad. Aunque las ONG reportaron miles de muertes asociadas a las obras, el torneo se desarrolló sin violencia pública, bajo un control casi total del entorno por parte del Estado.

 

 

 

Los antecedentes muestran que, históricamente, la FIFA no ha modificado sedes por contextos de violencia, inestabilidad o autoritarismo, incluso cuando estos han sido significativamente más graves. En este contexto, pese a las preocupaciones actuales en México, el organismo difícilmente revaluará su decisión rumbo a 2026.

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