Consumo de alcohol en menores, un problema visible que la ley no logra frenar

Consumo de alcohol en menores, un problema visible que la ley no logra frenar

Foto: FreePik, Enfoque

A pesar de las estrictas regulaciones y la prohibición expresa de la venta, el consumo de bebidas alcohólicas entre los menores de edad se mantiene como un grave problema de salud pública y una preocupante realidad social.

 

Las cifras indican que el acercamiento a estas sustancias ocurre a edades cada vez más tempranas, con consecuencias potencialmente devastadoras para el desarrollo físico y mental de los adolescentes.

 

Diversos estudios y reportes de organizaciones de salud que fueron consultados, indican que la edad de inicio en el consumo de alcohol ha descendido peligrosamente. Mientras que en décadas pasadas se centraba en la adolescencia tardía, ahora el primer contacto puede ocurrir alrededor de los 10 a 13 años.

 

Este dato es alarmante porque el cerebro adolescente es especialmente vulnerable a los efectos del alcohol, afectando áreas clave como la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones.

 

Un inicio temprano incrementa significativamente la probabilidad de desarrollar un consumo de riesgo o dependencia en la edad adulta. Pero, la pregunta es, ¿cómo consiguen cerveza o licor, si se supone que su venta a menores de edad está prohibida?

 

La ley es clara: está prohibida la venta de alcohol a menores de edad. Sin embargo, los adolescentes demuestran una sorprendente facilidad para evadir esta normativa. La realidad en las calles revela varios “puntos de fuga”.

 

Pese a las prohibiciones, tiendas de abarrotes, de conveniencia, depósitos y hasta algunos bares o restaurantes, actúan con irresponsabilidad. La falta de solicitud de identificación oficial o “hacerse de la vista gorda” ante la edad evidente, convierte a estos lugares en proveedores directos.

 

Los menores recurren a hermanos mayores, amigos que ya cumplieron la mayoría de edad o incluso a adultos desconocidos a quienes pagan para que compren las bebidas en su nombre.

 

En muchas ocasiones, la primera ingesta se da en casa o en reuniones sociales donde el alcohol está disponible y accesible, a veces con la complacencia o desconocimiento de los padres o anfitriones.

 

La falta de control y la escasa aplicación de la ley en ciertos puntos de venta son un factor determinante para que el alcohol se convierta en una realidad cotidiana para los jóvenes.

 

¿Cuáles son las sanciones?

 

La venta de alcohol a menores constituye una infracción grave que, dependiendo de la legislación local de cada estado o municipio, conlleva sanciones administrativas y, en algunos casos hasta penales.

 

Las sanciones a los establecimientos que incumplen la norma suelen incluir:

 

Multas económicas: Generalmente cuantiosas, calculadas con base en la Unidad de Medida y Actualización (UMA) o salarios mínimos.

 

Suspensión temporal: Cierre del establecimiento por un periodo determinado (días o semanas).

 

Clausura definitiva y cancelación de licencias: En casos de reincidencia o faltas extremadamente graves.

 

Además de las sanciones a los negocios, en algunas jurisdicciones se han implementado castigos con penas de prisión para aquellos que organicen eventos o faciliten el consumo de alcohol a menores en espacios privados, o para funcionarios públicos que, por omisión, permitan la venta ilegal.

 

No obstante, la preocupación persiste porque si bien las leyes y sanciones existen, la falta de inspección constante y la corrupción pueden mermar su efectividad, dejando a los menores desprotegidos ante un mercado ilegal pero accesible.

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