Los animales, víctimas silenciosas e invisibles de los desastres

Los animales, víctimas silenciosas e invisibles de los desastres

Foto: Imagen del Golfo

Las intensas lluvias que azotaron el centro del país han dejado un saldo trágico con personas muertas, desaparecidas y miles de damnificados, con comunidades enteras arrasadas por deslaves, inundaciones y desbordamientos de ríos.

 

En este contexto de emergencia, las redes sociales han viralizado historias emotivas y desgarradoras sobre damnificados que se resisten a abandonar a sus mascotas, ya que muchos albergues no permiten el ingreso de animales por cuestiones de higiene, espacio o logística. Y es que desafortunadamente, en los desastres naturales, los animales, tanto domésticos como de granja, son víctimas silenciosas e invisibles que suelen quedar fuera de los planes de emergencia oficiales. 

 

En México, no hay un protocolo nacional obligatorio para la protección animal en desastres, aunque hay esfuerzos aislados de diversas dependencias como la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) y la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC).

 

 

En 2015, Senasica emitió una guía para la atención del ganado en emergencias y desastres naturales, centrada en la recuperación productiva de animales de granja, pero su aplicación depende de cada estado y no siempre llega a las comunidades rurales más afectadas.

 

La Ley General de Protección Civil contempla la evacuación de toda forma de vida, pero en la práctica los protocolos de albergues temporales rara vez consideran espacio o atención para animales. Organizaciones civiles y rescatistas voluntarios han llenado ese vacío, porque en estados como Puebla, Veracruz y Oaxaca, asociaciones locales han habilitado refugios temporales para animales, distribuyendo alimento y colaborando con veterinarios para atender a los heridos; sin embargo, la ayuda suele ser insuficiente frente a la magnitud del desastre.

 

 

En las zonas rurales el impacto es doble, ya que miles de cabezas de ganado o aves de corral quedan expuestas a las lluvias torrenciales y deslaves; muchos mueren por ahogamiento o falta de alimento y sus dueños enfrentan pérdidas económicas irreparables.

 

De acuerdo con datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), los desastres naturales causan más del 30 % de las pérdidas económicas del sector agropecuario en América Latina, afectando directamente la seguridad alimentaria y la recuperación productiva.

 

Aunque la SADER cuenta con programas de apoyo para pequeños productores, estos recursos suelen destinarse a la reposición del ganado, más que al bienestar animal o la prevención.

 

 

Especialistas apuntan que se trata de un problema estructural, porque no hay infraestructura rural pensada para emergencias. El ganado no tiene refugios ni rutas de evacuación ni atención veterinaria en campo, por lo que cuando llega la lluvia o el deslave, simplemente no hay a dónde moverlos.

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