La piel no olvida: quemaduras solares en la niñez aumentan riesgo de cáncer

La piel no olvida: quemaduras solares en la niñez aumentan riesgo de cáncer

Foto: FreePik

Una quemadura solar sufrida en la infancia podría tener efectos duraderos sobre la salud de la piel, incluyendo un aumento en la probabilidad de desarrollar melanoma años más tarde. Así lo advirtió Rodger Brown, cirujano plástico reconstructivo del Hospital Houston Methodist, especializado en cáncer de piel.

 

Brown señaló: "Hay una correlación directa entre el número de quemaduras solares con ampollas durante la infancia y el riesgo de cáncer de piel". En su análisis añadió: "Incluso una quemadura solar con ampolla en la infancia puede aumentar el riesgo de melanoma".

 

Las quemaduras solares implican daño acumulativo en el ADN de las células cutáneas. Estas alteraciones moleculares están vinculadas con mutaciones que originan diversos tipos de cáncer de piel, entre ellos el carcinoma basocelular, el espinocelular y el melanoma. Tanto la exposición a rayos UVA y UVB —provenientes del sol o de fuentes artificiales como camas solares— provocan este tipo de daño.

 

Menores de edad presentan una vulnerabilidad particular debido a su piel sensible y a la frecuencia con la que participan en actividades al aire libre. En contextos recreativos, la exposición al sol aumenta considerablemente, a menudo sin medidas preventivas continuas ni supervisión adecuada. Las actividades de verano, entre ellas las visitas a playas o piscinas, suelen estar asociadas a una mayor exposición sin bloqueador solar aplicado de forma constante.

 

El especialista del Houston Methodist explicó que los efectos de la radiación UV son acumulativos con el paso del tiempo. Aunque ciertos productos pueden reducir el impacto estético del daño solar, entre ellos manchas o arrugas, no existe forma efectiva de revertir el daño en el ADN. Algunas intervenciones dermatológicas como microneedling, peelings químicos o tratamientos con láser ofrecen mejoras superficiales, pero no eliminan el riesgo biológico generado por mutaciones.

 

Así, el uso de bloqueadores solares sigue siendo una de las principales recomendaciones en contextos de exposición prolongada. Brown sugiere un factor de protección solar (FPS) de al menos 30 y destaca la eficacia de los protectores minerales por su capacidad para bloquear tanto UVA como UVB. Sin embargo, también aclara que una buena protección limita la pigmentación, por lo tanto, el bronceado visible no ocurre si la piel está debidamente protegida.

 

También abordó una idea extendida en algunos entornos familiares: el supuesto beneficio de desarrollar un "bronceado de base" antes de la exposición prolongada al sol. Según sus palabras, "obtener un bronceado lento con el tiempo puede proteger contra una quemadura solar, pero no necesariamente protege contra el daño acumulativo en el ADN ni contra el riesgo de cáncer de piel".

 

Más allá de los hábitos estéticos, esto plantea un desafío para la salud pública: repensar la exposición solar durante la niñez no solo desde una perspectiva de cuidado inmediato, sino también en función de una inversión preventiva frente a enfermedades graves con consecuencias en la adultez. El riesgo potencial no se limita a quienes frecuentan climas cálidos o vacaciones playeras, sino a cualquier menor expuesto sin la protección adecuada.

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