
México y Japón, ambos ubicados en zonas de alta actividad sísmica, enfrentan riesgos similares, pero sus enfoques de prevención y gestión de desastres difieren significativamente en escala, recursos y enfoque.
Recientemente, el gobierno de Japón actualizó su plan nacional de prevención de desastres ante un posible megaterremoto en la fosa de Nankai, una de las zonas más sísmicamente activas del país. Este plan, aprobado por el Consejo Central de Prevención de Desastres, reemplaza al de 2014 y tiene como objetivo principal reducir en 80 % las muertes estimadas, que según proyecciones de marzo de 2025 podrían alcanzar las 298,000 en el peor escenario.
Te interesará leer: Posible terremoto catastrófico pone en máxima alerta a Japón
En México, aunque se cuenta con el Sistema Nacional de Protección Civil y el Atlas Nacional de Riesgos, el enfoque es más reactivo. Las estrategias suelen fortalecerse tras desastres y no hay metas tan específicas ni plazos tan definidos. Por ejemplo, no existe un objetivo nacional claro para reducir un porcentaje específico de muertes o daños en un horizonte temporal fijo.
Asimismo, el país asiático invierte masivamente en reforzar infraestructura crítica y viviendas, con un plan para modernizar edificaciones en 30 prefecturas antes de 2035 y la creación de refugios especializados. Los códigos de construcción son estrictos y ampliamente aplicados, incluso en áreas rurales, lo que reduce la vulnerabilidad. Además, la colaboración público-privada asegura recursos para implementar estas medidas.
En México, los códigos de construcción han mejorado desde 1985, especialmente en la capital del país, pero su cumplimiento es inconsistente, particularmente en asentamientos informales y zonas rurales. La falta de recursos y fiscalización limita la modernización de edificaciones antiguas, dejando muchas estructuras vulnerables. Por ejemplo, tras el sismo de 2017, se identificaron fallos en construcciones recientes debido a corrupción o falta de supervisión.
También resalta el sistema de alerta temprana de Japón, operado por la Agencia Meteorológica, considerado de los más avanzados del mundo. Detecta sismos en tiempo real y emite alertas instantáneas a través de teléfonos móviles, televisión y sistemas públicos, con una cobertura casi universal. Esto permite segundos críticos para evacuar o protegerse.
Mientras tanto, el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) es efectivo para sismos en la costa del Pacífico, pero tiene limitaciones. Solo cubre ciertas regiones y, aunque se difunde a través de radio, televisión, altoparlantes y receptores multi-alerta EAS-SAME, la difusión por telefonía móvil no está plenamente implementada debido a limitaciones tecnológicas y de conectividad. Además, no detecta sismos intraplaca.
La preparación sísmica es otro punto que muestra una gran distancia entre ambos países. En Japón está profundamente arraigada en la cultura, los simulacros son frecuentes, obligatorios y altamente organizados, involucrando escuelas, empresas y comunidades. La población está entrenada para responder rápidamente, y las campañas educativas son constantes.
Pero en México, los simulacros nacionales son muy escasos y la participación ciudadana carece de compromiso y seriedad. La gran mayoría no sigue al pie de la letra los protocolos de evacuación y el ejercicio lo aprovechan para socializar o de plano, no participan.
Fuera de esta actividad, en el país las acciones de prevención y mitigación de riesgos sísmicos tienden a concentrarse alrededor de septiembre, especialmente por el Día Nacional de Protección. Fuera de este mes, las iniciativas visibles de preparación sísmica son notablemente escasas, y la atención pública y gubernamental parece desvanecerse.