¿Tu mascota es chismosa? La ciencia te lo explica

¿Tu mascota es chismosa? La ciencia te lo explica

Foto: Freepik

El chisme es, por definición, una conversación informal sobre personas ausentes, ya sea basada en hechos reales o inventados. Según la Real Academia Española, se trata de un comentario con el que se pretende indisponer a unos con otros o simplemente murmurar, pero el chisme parece ser parte de la naturaleza humana, una necesidad ancestral de compartir información que va mucho más allá del simple entretenimiento.

 

Yuval Noah Harari, en su obra Sapiens, sostiene que el chisme fue una herramienta evolutiva crucial para los primeros humanos, antes de que existieran registros escritos, los rumores ayudaban a las comunidades a identificar a quienes eran confiablespeligrosos o valiosos. En ese sentido, la investigadora Herminia Pasantes, de la UNAM, señala que esta forma de comunicación informal resultó clave en la organización social temprana. Además, el cerebro humano parece estar diseñado para ello, ya que las estructuras como el núcleo accumbens o el área tegmental ventral, relacionadas con el circuito de recompensa, se activan con la información socialmente significativa, incluso si es irrelevante, liberando sustancias como dopamina y serotonina.

 

Quienes viven con perros o gatos notan comportamientos que sugieren que los animales también disfrutan de compartir información. Están siempre atentos a los sonidosse asoman por ventanascorren hacia la puerta al oír voces desconocidas y se quedan cerca cuando alguien habla por teléfono.

 

Si embargo, según Gary M. Landsberg, experto en comportamiento animal, lo que para los humanos puede parecer “chisme animal” es en realidad una respuesta biológica. En los perros, por ejemplo, este comportamiento puede deberse a la búsqueda de estimulación, la defensa del territorio, el aburrimiento o un intento de socialización pasiva. Observar por la ventana o seguir a su dueño por toda la casa tiene más que ver con su rol como vigilantes del grupo social al que pertenecen.

 

Investigaciones de universidades como Lincoln, Sussex y Jean Monnet muestran que los perros son capaces de distinguir información relevante dentro de un flujo de palabras sin sentido y en un tono monótono, y aunque no comprendan el contenido exacto, son capaces de identificar patrones útiles. Por su parte, un estudio de la Universidad Paris Nanterre halló que los gatos reaccionan con más atención cuando sus dueños les hablan con voz afectuosa que cuando se utiliza un tono neutral para dirigirse a otros adultos, lo que sugiere que distinguen intenciones comunicativas y no solo sonidos.

 

Sin embargo, la clave detrás de esta curiosidad animal no es una inclinación al chisme como la humana, sino un fenómeno conocido en etología como eavesdropping o escucha clandestina. Este término describe la habilidad de captar información ajena y aprovecharla para tomar decisiones útiles. Desde insectos hasta aves y mamíferos lo emplean como una estrategia evolutiva que mejora sus posibilidades de supervivencia.

 

Cuando un perro percibe tensión en una conversación entre humanos, puede mantenerse alerta o incluso intervenir, dependiendo de su vínculo emocional. Los gatos, en cambio, observan patrones y anticipan comportamientos, si alguien toma las llaves y se calza, saben que está por salir.

 

Así, la curiosidad de perros y gatos tiene menos que ver con el chisme como fenómeno social y más con una profunda necesidad de adaptación al entorno. Son observadores natos que, sin saberlo, replican una de las estrategias más humanas que existen, es decir, estar atentos a todo lo que pueda importar, aunque no se les haya dicho nada directamente.

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