Sismo de 8.1: risas, desenfado y selfies trivializaron la seriedad del simulacro

Sismo de 8.1: risas, desenfado y selfies trivializaron la seriedad del simulacro

Foto: Enfoque

El sol caía a plomo sobre el primer cuadro de la ciudad. La gente caminaba en distintas direcciones: unos, en búsqueda de una bebida refrescante; otros, desarrollando sus actividades laborales; los menos, disfrutando de la arquitectura poblana, y algunos más en búsqueda de un detalle u obsequio para los menores de la casa, en vísperas del Día del Niño.

 

No es un martes habitual en la ciudad, como tampoco lo fue el Primer Simulacro Nacional 2025. Este acto, que regularmente se lleva a cabo el 19 de septiembre, en memoria de los damnificados y de los movimientos telúricos de 1985 y 2017, simplemente se adelantó, sin un motivo convincente, nomás porque sí. Con esto, sólo se logró que el simulacro perdiera su esencia y que nos recordará que es una actividad que representa, para muchos, salvar su vida.

 

El reloj marcaba las 11:20 horas, sólo nos separaban 10 minutos de que comenzara a sonar la alarma sísmica, esa alarma que con su peculiar sonido nos enchina la piel, estremece a muchos y trae recuerdos terroríficos y a la vez dolorosos.

 

 

Los minutos transcurrían lentamente, pareciera que la aguja del reloj no llevaba ninguna prisa por marcar la hora exacta. Era un martes poco habitual; el señor de los globos buscaba dónde esconderse del sol; mientras que el bolero buscaba ansiosamente a su primer cliente del día. Había personas que en lugar de desarrollar sus actividades normales, miraban ansiosamente el reloj y como si se tratara de una carrera, solo esperaban la marca de salida, para salir disparados.

 

También, había gente que miraba incrédula y cuestionaba la presencia de elementos de diversas corporaciones de seguridad. Era obvio, en la mente de los ciudadanos está presente el 19 de septiembre, pero nunca un 29 de abril.

 

Por fin, la espera terminó y comenzó a retumbar en los oídos de los presentes, así como en los dispositivos, la alarma para desalojar los inmuebles ante un hipotético terremoto de magnitud de 8.1 con epicentro en Tehuantepec, Oaxaca.

 

El simulacro inició, era una actividad diseñada para preparar a la población ante un evento de alta magnitud, pero que se vio opacado por una actitud desenfadada que trivializó su propósito. Mientras las alarmas resonaban y los coordinadores instaban a seguir los protocolos -evacuación ordenada, búsqueda de zonas seguras y adopción de posiciones de protección- muchos participantes optaron por el humor y la ligereza.

 

Bromas, risas, pasos despreocupados y selfies en plena “huida” hacia los puntos de reunión. Este desparpajo, aunque reflejaba un ánimo relajado, ponía en evidencia una desconexión emocional con la gravedad del ejercicio.

 

Los sismos, por su naturaleza impredecible y potencialmente devastadora, requieren de una preparación mental y práctica que va más allá de cumplir con el protocolo. Las risas y comentarios jocosos, aunque humanos, diluyeron la seriedad del simulacro, restándole valor como herramienta de concientización.

 

En un país donde la memoria de temblores pasados aún pesa, esta actitud es muestra de una barrera cultural o psicológica para interiorizar el riesgo, transformando un ejercicio vital en un mero trámite salpicado de humor.

 

El sentimiento de tristeza, enojo e impotencia se hizo presente. Dos eventos pasados, que dejaron una huella imborrable en la memoria de muchos mexicanos y que, además, nos recuerda lo vulnerables que somos los seres humanos antes las manifestaciones de la naturaleza, simplemente fue ignorado.

 

Muchos, en su mayoría, no llevaron a cabo este ejercicio. Continuaron con sus actividades normales. Algunos tomando fotografías con su celular, otros riendo y muchos mostrando una actitud despreocupada, como si la fuerza de la naturaleza no los fuera a afectar.

 

Sí, quizás fue mala idea llevar a la práctica este primer Simulacro Nacional en una fecha tan inusual como desfachatada, pero es más lamentable que la sociedad no tenga presente que vivimos es una zona de alta sismicidad y que en el cualquier momento, en el momento menos esperado, seamos presa de un sismo de alta magnitud y pueda afectarnos personal y familiarmente.

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