¿Generación inteligente o dependiente? El efecto de la tecnología en la educación

¿Generación inteligente o dependiente? El efecto de la tecnología en la educación

Foto: FreePik

En la era digital actual, la tecnología ha transformado radicalmente la forma en que los estudiantes aprenden e interactúan con la información, ofreciendo acceso inmediato en herramientas como internet, dispositivos electrónicos y, más recientemente, la inteligencia artificial (IA). Si bien estas innovaciones facilitan el aprendizaje, también plantean interrogantes sobre su impacto en habilidades cognitivas y sociales.

 

El uso de la tecnología en el aula y fuera de ella ha traído beneficios como el uso inmediato de la información, pues libros, enciclopedias, revistas, documentales y artículos de todo tipo están disponibles en línea, permitiendo que los estudiantes amplíen sus conocimientos de manera autónoma y de fácil acceso.

 

Además, el aprendizaje es personalizado y flexible, porque plataformas como Khan Academy (temas variados) y Duolingo (idiomas) ofrecen contenido adaptado a las necesidades de cada usuario, que además los deja seguir un ritmo especializado y con plataformas amigables.

 

Con el uso de dispositivos electrónicos, los alumnos adquieren competencias relevantes para el mercado laboral actual, permitiéndoles estar actualizados en las últimas actualizaciones de programas o de aplicaciones móviles.

 

Asimismo, tienen al alcance herramientas digitales como Google Classroom y Zoom, que facilitan el trabajo en equipo y la comunicación entre estudiantes y profesores. Además, rompen las barreras de lugar y tiempo, permitiendo interactuar con más personas en diferentes partes del mundo.

 

Pero no todo es ventaja, porque a pesar de sus beneficios, la tecnología también ha generado algunos problemas en la formación de los estudiantes como la pérdida de habilidades cognitivas.

 

Con tanta información al alcance, algunos jóvenes han dejado de memorizar datos o de desarrollar pensamiento crítico y de resolución de problemas. Ejemplos de ello pueden ser la escritura manual o el cálculo mental, que son esenciales para el desarrollo cognitivo.

 

Con la autocorrección y los asistentes de IA, muchos estudiantes dependen de la tecnología para escribir correctamente, afectando su autonomía en el uso del lenguaje. "Los estudiantes ahora confían más en Google que en su propia capacidad de análisis", advierte un informe de la Universidad de Stanford.

 

Igualmente, la sobreexposición a pantallas ha sido vinculada a la reducción del tiempo de atención; un estudio de Microsoft revela que la capacidad de concentración promedio ha caído de 12 a 8 segundos en la última década.

 

Por si no fuera suficiente, la exposición prolongada a pantallas puede causar problemas de salud como la fatiga visual y alteraciones del sueño, además de ser una fuente de distracción en las escuelas.

 

Por lo anterior, podemos afirmar que la tecnología no es ni buena ni mala; su impacto depende de cómo se utilice. Si se integra de manera responsable en la educación, puede potenciar el aprendizaje y preparar a los estudiantes para un mundo cada vez más digital.

 

No obstante, si se convierte en una vía que reemplaza el esfuerzo intelectual, podría debilitar habilidades esenciales como el pensamiento crítico y la creatividad.

 

El reto está en encontrar el equilibrio: aprovechar los beneficios de la tecnología sin perder las habilidades que han sido fundamentales para el aprendizaje a lo largo de la historia y que nos caracterizan como seres pensantes.

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