Gas lacrimógeno y otras armas no letales, a completa disposición de delincuentes

Gas lacrimógeno y otras armas no letales, a completa disposición de delincuentes

Foto: Freepik

Recientemente, un hecho alarmante tuvo lugar en Puebla, cuando un grupo de delincuentes en un autobús de la línea Directo Cholula, utilizó gas lacrimógeno para someter a los usuarios y evitar ser detenidos por la Policía.

 

Este suceso resalta un fenómeno que ha comenzado a preocupar tanto a las autoridades como a la sociedad: el uso de armas y dispositivos de control, normalmente destinados para el uso exclusivo de las fuerzas de seguridad, por parte de criminales.

 

Pero entonces surge la pregunta, ¿cualquier persona puede adquirir latas o cartuchos de gas lacrimógeno?

 

El contexto: varios sujetos abordaron el autobús que viajaba desde Puebla hacia Cholula y durante el trayecto, los maleantes comenzaron a despojar a los pasajeros de sus pertenencias. Cuando los usuarios intentaron resistirse y dar aviso a la Policía, los delincuentes rociaron gas lacrimógeno para dispersar a los pasajeros y evitar su captura.

 

 

La situación empeoró cuando el conductor, quien también fue víctima de los asaltantes, se vio obligado a detener el autobús para que los usuarios bajaran y pudieran mitigar los efectos del gas, lo que permitió que los delincuentes escaparan sin ser detenidos.

 

Este hecho no es aislado. Cada vez es más común escuchar casos donde los delincuentes no solo recurren a armas de fuego o cuchillos, sino que ahora también emplean dispositivos de control, como el gas lacrimógeno, para escapar de las autoridades.

 

Esto sin duda, marca un giro en el uso de estos elementos, que antes se consideraban como una herramienta de defensa de las fuerzas de seguridad, pero que ahora se han convertido en un recurso de los delincuentes para burlar a la ley.

 

El gas lacrimógeno y otros dispositivos como los tasers, por lo general, son vendidos en tiendas especializadas que, según la ley, solo deberían vender estos productos a policías y otras autoridades acreditadas, pero en la práctica, esto no sucede.

 

En el caso del gas lacrimógeno, este es un tipo de arma no letal utilizada principalmente para dispersar multitudes y controlar situaciones violentas, lo que obliga a los vendedores a pedir una identificación o acreditar que el comprador pertenece a una institución pública de seguridad.

 

Pero la realidad es otra. La comercialización de estos artículos en el mercado negro se ha vuelto una problemática creciente. Existen diversas vías por las cuales los delincuentes pueden acceder a estos productos, desde ventas ilícitas en línea hasta la compra directa en el mercado informal, donde estos dispositivos pueden ser adquiridos sin la necesidad de mostrar alguna acreditación.

 

A través de redes clandestinas o incluso de intercambios con personas vinculadas al crimen organizado, los delincuentes logran obtener estos dispositivos de control, lo que pone en peligro a la población y a las fuerzas de seguridad.

 

Aunque las tiendas especializadas en seguridad tienen regulaciones estrictas sobre la venta de estos productos, la demanda en el mercado negro sigue creciendo. Según expertos en seguridad y fuentes de la Policía Estatal de Puebla, estos artículos son de fácil acceso para aquellos que tienen los contactos correctos, lo que ha llevado a que sean utilizados por criminales para facilitar sus escapes y aumentar la violencia durante los delitos.

 

Incluso, llama la atención la proliferación de negocios dedicados a la venta de uniformes, equipo táctico, esposas, fornituras, calzado policiaco y otros accesorios, entre ellos el gas pimienta y lacrimógeno; ubicados cerca de estaciones policiacas, comisarías o incluso la Zona Militar, a los que arriban particulares para comprar los productos sin presentar credencial alguna.

 

Los delincuentes no solo adquieren gas lacrimógeno, sino también pistolas eléctricas o tasers, que les permiten inmovilizar a sus víctimas sin matarlas, incrementando su poder en las confrontaciones y desarmando a las víctimas con facilidad.

 

La venta a discreción de este tipo de dispositivos es otro desafío que las autoridades de seguridad enfrentan para mantener la paz pública. A pesar de las leyes restrictivas, la oferta de estos dispositivos a menudo supera la capacidad de las fuerzas de seguridad para controlarlas, sobre todo actualmente, cuando se pueden obtener en línea sin mayor complicación.

 

El uso de estos dispositivos por parte de los delincuentes marca un cambio significativo en la dinámica de los crímenes, no solo en Puebla, sino en otras ciudades del país. Mientras que los ciudadanos ahora enfrentan un mayor riesgo de ser víctimas de ataques cada vez más violentos y sofisticados, las autoridades se ven limitadas en sus capacidades para enfrentar estos nuevos retos.

 

Además, el uso de estos dispositivos por parte de los delincuentes crea un círculo vicioso de inseguridad, ya que la población pierde confianza en las fuerzas de seguridad y aumenta la sensación de vulnerabilidad. Mientras tanto, los ciudadanos que se sienten incapaces de protegerse de los delincuentes que utilizan gas lacrimógeno o tasers pueden recurrir a medidas desesperadas, como la adquisición de estos mismos dispositivos en el mercado negro, lo que incrementaría aún más la circulación de armas no letales entre la población.

 

Ante esta situación, las autoridades están tomando medidas para combatir el uso ilegal de dispositivos de control. Las autoridades federales y locales han comenzado a implementar operativos para interceptar el tráfico ilícito de estos productos y, en algunos casos, hacer redadas en tiendas y comercios que se sabe operan de manera irregular. Además, están colaborando con agencias internacionales para rastrear el origen de estos dispositivos y desmantelar las redes de tráfico ilegal.

 

La facilidad con la que los criminales obtienen estas armas plantea nuevos desafíos tanto para las autoridades como para la población. Mientras tanto, el mercado negro sigue siendo una de las principales fuentes de acceso a estos artículos, lo que complica aún más los esfuerzos para frenar la violencia y la inseguridad en las ciudades.

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