La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) encontró que una reunión de diez personas para disfrutar del Super Bowl con hotdogs, cerveza, papas, guacamole y refrescos en casa puede costar hasta $1,938.50; si se incluye tequila y más variedades de comida como palomitas, nachos, alitas y hamburguesas y/o pizza, el costo se eleva a $4,103.50. Esto representa un alza promedio de 14% respecto a los costos del año pasado que fueron de $1,706.00 en versión acotada y $3,596.00 en versión completa.
“El Super Bowl LIX que se celebrará en Nueva Orleans bien podría considerarse un símbolo de la creciente compenetración cultural entre México y Estados Unidos. Por un lado, provocará un consumo de más de 100,000 toneladas de aguacate Hass mexicano, ya que el guacamole se ha convertido de facto en la botana por excelencia de esta justa deportiva y, por el otro, es sabido que México es el país con mayor número de espectadores de este evento fuera de Estados Unidos. La edición pasada contó con 24.1 millones de mexicanos viendo el partido, se espera al menos un número similar para este 9 de febrero”, resaltó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.
Cada vez más, la gastronomía mexicana conquista los paladares estadounidenses: tacos, fajitas, arroz, menudo, barbacoa, chilaquiles, chiles rellenos, entre muchos otros platillos se hacen presentes en la dieta norteamericana. Esta fusión cultural no se limita a la cocina, también se da en la música, el arte, las tradiciones y hasta en las flores, todo ello es parte del intercambio cultural que enriquece a ambas naciones.
Sin embargo, este proceso de integración contrasta con el creciente clima social de xenofobia, discriminación y racismo recientemente exaltado que afecta a la comunidad latina, especialmente a los mexicanos en Estados Unidos, llevando a muchos compatriotas a vivir días negros, viéndose obligados a imponerse un autoencierro, de forma tal que nada más salen al trabajo y de regreso a casa y muchos otros incluso ni siquiera van a trabajar por miedo debido al estado de persecución que se ha desatado, lo que nos hace recordar el vergonzoso momento de la cacería racial hitleriana contra el pueblo judío. Entonces, mientras las culturas se entrelazan, surgen voces que, desde la ignorancia y el prejuicio, culpan a los migrantes de los problemas sociales y económicos de su país. ¡Qué ironía!
“Actualmente, hay 35 millones de mexicanos en Estados Unidos, una comunidad profundamente comprometida con la economía norteamericana, ocupando todos aquellos empleos que los estadounidenses rechazan: la pizca en el campo, obreros de la construcción, servicio en restaurantes, hoteles y hospitales, mecánicos automotrices, cuidado de adultos mayores y niños, labores domésticas, jardinería, transporte de carga, entre otros. La mayor parte de estos trabajadores están documentados, poseen doble ciudadanía y cumplen con todas las leyes migratorias, aun así sufren la discriminación basada sólo en su apariencia. La situación ha llegado al grado de provocar ausentismo laboral en diversos sectores, afectando la operación de restaurantes, la cosecha en los campos y la productividad en general”, explicó Rivera.
Ni que hablar del actual gobierno de Estados Unidos que ha intensificado las políticas de deportación, con el objetivo de repatriar a al menos cuatro millones de mexicanos según lo ha expresado; su meta, mil doscientas deportaciones diarias. Todo esto es una irónica pesadilla: mientras la cultura mexicana gana terreno en la vida cotidiana estadounidense, se persigue, se criminaliza y se discrimina a quienes la sostienen y enriquecen.
Además, la reciente imposición de aranceles del 25% pausada a un mes pretende llevar a letra muerta al T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá), buscando echar abajo más de treinta años de integración económica y las cadenas productivas regionales que han fortalecido la economía de América del Norte, las cuales enfrentan ahora un retroceso debido a la postura proteccionista adoptada por el gobierno norteamericano que contradice los principios del libre comercio y la globalización regional alcanzada. Esta guerra comercial es un juego de perder-perder para las tres naciones que afectará a la industria automotriz, la manufactura, la agricultura y provocará el aumento de precios en bienes de consumo básico en ambos lados de la frontera. El futuro que se vislumbra con políticas proteccionistas y aranceles elevados es un futuro oscuro, una era de retroceso que no llevará a buen puerto.
“Por ello, ANPEC rechaza esta guerra comercial sin sentido y hacemos un llamado a todos los actores de la economía en sus distintas trincheras y roles a redoblar esfuerzos para fortalecer la integración económica y el libre comercio, bases fundamentales del desarrollo de nuestras naciones y por ende del bienestar de nuestras familias. El pequeño comercio se solidariza con los mexicanos repatriados, creando bolsas de trabajo en las comunidades locales para facilitar su rápida inserción en la economía nacional, ofreciendo un empleo y un ingreso que les permita mantener a sus familias. Abrimos nuestras puertas y corazones a nuestros hermanos, comprometiéndonos a ofrecer empleos dignos y a mantener precios asequibles en los alimentos de primera necesidad”, enfatizó Rivera.
Estos son tiempos difíciles para las economías de México, Estados Unidos y Canadá. ANPEC llama de manera urgente a la cooperación, la solidaridad y la defensa de los derechos y libertades comerciales en estos momentos desafiantes que exigen unidad nacional y cabeza fría. Asimismo, hace eco del pensamiento juarista lanzado por la presidenta Claudia Sheinbaum: “Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”. Por un Norteamérica unido, juntos lograremos darle vuelta a la tortilla.