Cada día, millones de productos alimenticios cruzan las puertas de los supermercados, donde son exhibidos con la esperanza de ser vendidos. Sin embargo, no todos encuentran un hogar en las despensas de los consumidores. ¿Qué ocurre entonces con esos alimentos sobrantes? En un sistema que busca la eficiencia y la estética, muchos productos que aún son comestibles terminan en la basura, a pesar de que podrían haber servido para alimentar a quienes más lo necesitan.
Este desperdicio masivo no solo representa una pérdida económica para los supermercados, sino que también genera un impacto ambiental. En México, la pérdida y desperdicio de alimentos es un problema alarmante. De acuerdo con el reporte de Kolibri, Alimentos: oportunidades y desafíos en la cadena de valor de 20244, 31 millones de toneladas de comida se desperdician anualmente en el país. Este desperdicio se divide en 20 millones de toneladas a lo largo de la cadena de suministro y 11 millones de toneladas en los hogares.
Sin embargo, no hay una cifra exacta y universal sobre cuánto desperdicio de alimentos genera un solo supermercado, ya que depende de varios factores como el tamaño del establecimiento, la ubicación, las prácticas de manejo de inventarios y la eficiencia en la gestión de productos. Sin embargo, se sabe que el desperdicio podría alimentar a millones de personas en situación de vulnerabilidad. Si se recuperaran los alimentos desperdiciados, podrían alimentarse durante semanas a los 7.4 millones de personas que padecen de pobreza extrema y carencia alimentaria en México.
¿Qué sucede con los alimentos no vendidos? ¿Se desechan todos los alimentos?
La merma en los supermercados ocurre cuando los productos no se venden en el tiempo esperado, ya sea porque están cerca de su fecha de caducidad, porque su apariencia no es la ideal o porque no cumplen con los estándares estéticos que los consumidores esperan. Esto es especialmente común en productos perecederos como frutas, verduras, carnes, pescados y panadería.
No obstante, no todos los alimentos que no se venden son enviados a la basura. De hecho, en muchos casos, los supermercados han implementado medidas para reducir el desperdicio, aunque la eficacia varía según el establecimiento.
Donaciones a Bancos de Alimentos: en algunos casos, especialmente cuando los productos están cerca de su fecha de caducidad, pero aún son seguros para el consumo, los supermercados optan por donarlos a organizaciones de caridad o bancos de alimentos. Esto se hace principalmente con productos no perecederos o alimentos que pueden ser consumidos de manera inmediata, como pan o frutas maduras.
Descuentos y ofertas especiales: muchos supermercados recurren a descuentos significativos para productos cercanos a su fecha de vencimiento, incentivando a los clientes a comprarlos a menor precio.
Transformación en productos derivados: algunos alimentos que no pueden venderse como producto principal, como frutas y verduras dañadas, son comprados por empresas especializadas que las procesan para hacer jugos, purés o conservas. De esta manera, el alimento no se desperdicia, sino que se transforma en otro producto que puede venderse en el mercado.
Compostaje y reciclaje: para los alimentos que no pueden ser donados ni transformados, muchas cadenas de supermercados optan por el compostaje. Esto convierte los residuos orgánicos en abono que se puede utilizar en la agricultura.