El día de ayer la presidenta Claudia Sheinbaum se reunió con titulares de embajadas y cónsules mexicanos en el mundo con el objetivo de puntualizar planes de acción frente a las posibles agresiones de Donald Trump, entre ellas la deportación masiva de latinos. Ella puntualizó la autoridad moral de nuestro país frente al mundo y por ello también urgió a una reunión de cancilleres (ministros de relaciones exteriores) de Latinoamérica, ¿cuál sería la posible ruta?
La convocatoria de Sheinbaum es una iniciativa pionera, tiene razón cuando dice que nuestro país tiene una alta calidad moral, el sexenio de López Obrador nos regresó al camino diplomático en el que México es visto como el hermano mayor de Latinoamérica después de que perdimos respeto con los gobiernos de Fox y Calderón. Sin embargo, la geopolítica del continente es bastante compleja. El llamado de Sheinbaum no es neutral, lo realiza desde su posición de izquierda, así que los desafíos de la presidenta para unir al continente son también los desafíos de la izquierda latinoamericana.
Aunque actualmente hay varios mandatarios que se dicen de izquierda, hoy se encuentran fragmentados; atrás quedaron las épocas de Chávez, Fidel, Néstor, Lula y Evo cuando fundaron la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) contestataria a la Organización de Estado Americanos (OEA).
Hoy, por un lado está la izquierda de los “progres buena ondita” donde se ubica el chileno Gabriel Boric y el uruguayo Yamandú Orsi (próximo a asumir el cargo) y se caracterizan por ser bastante moderados, incluso coquetean con posturas centristas y rechazan las radicales. Del otro lado están los “comunistas dictadores” donde se encuentran Nicolás Maduro de Venezuela, Miguel Diaz Canel de Cuba y Daniel Ortega de Nicaragua, con las políticas más revolucionarias, pero bajo el bloqueo económico de Estados Unidos. Lula Da Silva en Brasil ha tenido un papel bastante tibio a comparación de sus primeros mandatos; mientras que Gustavo Petro en Colombia ha bajado su intensidad a fuerza de la presión de la oposición.
En tonos grises se encuentran Xiomara Castro de Honduras y Luis Arce en Bolivia. Claudia Sheinbaum se distingue porque ha asumido posturas revolucionarias, proviene de una militancia congruente y al mismo tiempo es académica, es la única con la capacidad de interlocución entre todas las facciones de izquierda, por ello debe asumir el papel de articuladora. Ese es el primer desafío.
El segundo desafío tiene que ver con los gobiernos de derecha del continente que se están radicalizando. De ellos el más peligroso es el de Javier Milei en Argentina que juega con un discurso (libertario) bastante atractivo para muchos incautos. A pesar del fracaso económico, las cifras engañosas de la macroeconomía disfrazan momentáneamente un espejismo de crecimiento. En ese mismo grupo está Nayib Bukele de El Salvador que llegó a la presidencia con una posición de izquierda pero ha aplicado políticas fascistas, violando derechos humanos que le fascina a la derecha. Daniel Noboa en Ecuador pretende reelegirse con un golpe contra su propia vicepresidenta en medio de prorrogar un estado de excepción y Dina Boluarte en Perú mantiene un espuriato después de derrocar a Pedro Castillo.
El tercer desafío es el reloj, hay un tiempo limitado para actuar. El día 10 de enero deberá asumir un nuevo mandato Nicolas Maduro y una horda de expresidentes de derecha se han apostado en torno de Edmundo González, el opositor que se autoproclamó presidente electo. Aunque es poco probable que lleguen a Venezuela están alentando disturbios y pretenden disparar la violencia. La izquierda debería pronunciarse en unidad, pero los progres buena ondita se han negado a apoyar a Maduro por temor a que los relacionen con Cuba y Nicaragua; otros lo hacen con tibieza como Petro y Lula. Sheinbaum ha sido más franca. Un golpe de Estado en Venezuela fortalecería a la derecha en la región. Venezuela representa un bastión de defensa contra Trump, por ello el interés tan grande de la derecha.
El día 20 tomará posesión Donald Trump y ha anticipado una serie de amenazas. Aunque ya hemos analizado que una deportación masiva es poco probable, sus actitudes fomentarán la beligerancia de grupos radicales que se sentirán con impunidad de violentar a latinos y afros en Estados Unidos. También urge una postura conjunta de la izquierda, dado que la derecha no tiene esas banderas.
El cuarto desafío es el largo plazo. Más allá de la coyuntura de la asunción de Maduro y Trump, la defensa de la soberanía, los derechos humanos, de la diversidad y la inclusión, así como las políticas económicas progresistas están en riesgo. Debe reactivarse la CELAC mediante un programa de trabajo que potencie la economía regional de cara a construir un bloque solidario como la Alianza Bolivariana (ALBA) o el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Esto significa ante todo construir una nueva identidad de las izquierdas, respetar las diferentes izquierdas, pero colaborar en esa diversidad y evitar aislarse. Sheinbaum tiene la capacidad de enfrentar estos desafíos y México está en una posición favorable. Recordemos a Bolivar: “si la lucha se dispersa, no habrá victoria popular en el combate”.
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras
YouTube: #BandalaNomics