En años anteriores, en esta columna hemos explicado como la primera navidad se celebró de manera oficial por la Iglesia hasta el año 449 y para el imperio romano hasta el año 529, casi 5 siglos después del nacimiento de Jesús y todo fue por motivos económicos. ¿Y en México?, aquí lo explicamos.
La navidad es una solemnidad que trajeron los españoles. Cristóbal Colón llega en octubre de 1492 e inicia la construcción de un refugio en la isla La Española (que hoy es Haití y República Dominicana), lo concluye el 25 de diciembre de ese año, por lo que se llamó fuerte de Navidad. Esa fue la primera celebración navideña en América.
En la Nueva España el antecedente más remoto son las cartas que Fray Pedro de Gante le escribió al rey Carlos V en 1526, donde él mismo se atribuye haber contribuido a que los indígenas aceptaran la navidad, como parte del proceso evangelizador. Fue una tarea complicada. En la cosmovisión indígena, el lenguaje permite aprender de lo que oralmente cuentan los mayores sobre lo que les pasó a ellos o a sus padres o sus abuelos. Entonces, no es entendible que alguien (los evangelizadores) hablaran de una persona que no conocieron (Jesús) ni ellos, ni sus padres, ni sus abuelos. La mejor manera de hacerlo fue a partir del sincretismo, así que los evangelizadores tuvieron que estudiar cuidadosamente las costumbres indígenas para utilizarlas a su favor.
Los indígenas eran dados a la fiesta, -decía el capuchino Fray Francisco de Afrojín-, les gusta bailar y cantar de casi todo. En efecto, nuestros pueblos originarios eran muy alegres y todavía en algunos lugares se mantiene ese espíritu. A diferencia del español y el europeo en lo general, que para ellos la navidad era una solemnidad, no una fiesta; recordemos que los romanos instituyen la navidad para acabar con las bacanales y los desordenes que se celebraban en las saturnales y ese era el sentido que la Iglesia quería dar a sus celebraciones, días de guardar, no de “mitote”, como decían los indígenas.
Los pueblos mesoamericanos, grandes astrónomos, festejaban el solsticio de invierno como el fin de un periodo, el fin de las cosechas y el descanso de la tierra. Se regalaban dulces hechos de miel con amaranto y se ataviaban con tilmas pintadas de forma colorida para honrar a Huitzilopochtli, el principal dios mexica, asociado al sol para que naciera nuevo en la primavera. Los españoles usaron la fiesta del solsticio para asociarla con la navidad. Fray Pedro de Gante les permitió seguir con los cantos y los bailes, pero cambió la letra con dos sentidos: el religioso y el económico.
En los nuevos canticos (villancicos) se exalta la figura de Jesús y la virgen María como “pobres” y bajo esa condición “cercanos a los indios”. En las representaciones (pastorelas) los pastores pobres eran indígenas que privilegiados verían al niño Dios. El principal recurso de la evangelización fue la identidad: la Virgen de Guadalupe es morena, el niño Jesús es pobre. La Iglesia (en el concilio de Trento, 1546) buscaba la exaltación a la humildad y el conformismo, por lo que, la navidad en la Nueva España también tuvo un motivante económico con los que aseguraba la docilidad para la servidumbre.
A cambio, se le permitió al indígena tomar la navidad como fiesta y todas las demás solemnidades también, incluido el domingo, día de misa. Era preocupante para la Iglesia que los “indios todo lo tomaran a fiesta […] los domingos hacían de la misa un mercado (tianguis) y diversiones profanas con comidas y bebidas”. Lo mismo pasaba en las fiestas de los santos que la Iglesia aprobó después de 1546; “los indios hacen procesión y gastan en esto y aquello”, la permisividad de la fiesta y diversión, que luego se contagió a todo el mundo católico, fue porque resultó de un gran ingreso para los sacerdotes, así lo registró Fray Afrojin.
La fiesta navideña mexicana se caracterizó durante mucho tiempo, de la herencia colonial: un novenario de rezos (posadas), colocar un nacimiento de figuras de madera, barro, arcilla o yeso, realizar pastorelas, canticos religiosos y una cena en nochebuena. En el porfiriato, familias estadounidenses residentes en México colocaban un árbol de navidad, un pino adornado con esferas, como se hacía en su país. Algunas familias de clase alta empezaron a imitar con poca difusión esas costumbres. Entonces, ¿en qué momento los mexicanos pusimos árbol de navidad?
La celebración de la navidad con sus características actuales es relativamente reciente, después de los años cincuenta del siglo XX. Al terminar la segunda guerra mundial, muchos migrantes del programa bracero regresaron a México con costumbres nuevas. El “milagro mexicano”, la época de bonanza económico tuvo mucho que ver, en los años cincuenta se empiezan a construir los grandes centros comerciales que incentivaban el consumo masivo del american way of life que tanto anhelaban las clases altas y las nacientes clases medias, ellas preferían arbolito a nacimiento y Santa Claus a los Reyes Magos.
Santa Claus era en ese momento una figura novedosa, de origen desconocido (aunque ahora digan que es referente a San Nicolas de Bari) no fue pensado de esa manera, Santa Claus y San Nicolas son dos personajes distintos. Santa Claus surgió en los años treinta, en una campaña publicitaria de la compañía refresquera más grande del mundo. Fue vestido de rojo con blanco, porque son los colores de la marca. De hecho, hubo un rechazo fuerte al inicio, las clases bajas no admitían a un anciano blanco de barbas, abrigado para la nieve, que se transportaba en trineo y se metía en las chimeneas en un país que no tenía nieve, ni trineos y muchos menos, chimeneas.
La propia Iglesia católica en México pedía en los años cincuenta a los feligreses regalar juguetes a los niños sólo en el día de Reyes (6 de enero) y a las clases altas que regalaban también el 24 de diciembre, les pedía que lo hicieran en nombre del niño Jesús y no de Santa Claus. Este personaje fue aceptado sólo cuando se empezó a decir que era San Nicolas, para asociarlo con el santoral, pero en realidad fue otra circunstancia publicitaria ya que en la época de Nicolas de Bari (340) no se celebraba aun la navidad.
La compañía refresquera tomó la idea del cuento Knickerbocker’s History of New York, una historia de un viejo europeo llegado a América que aventaba juguetes a los niños por las chimeneas de su casa. El autor es Washington Irving, un escritor romanticista. Las clases altas lo adoptaron rápidamente, era el motivo de recibir dobles regalos; para las clases obreras, Santa Claus, igual que los Reyes Magos, son anhelos incumplidos. ¡Felices fiestas! Nos leemos el próximo año.
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras
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