La temporada navideña es sinónimo de luces, regalos y reuniones familiares, pero también de un incremento alarmante en el impacto ambiental. Aunque aún no llega diciembre, el espíritu festivo ya invade calles y hogares; sin embargo, esta tradición también trae consigo un aumento en la contaminación global que no debemos ignorar.
De acuerdo con un estudio publicado en ResearchGate, las celebraciones navideñas generan aproximadamente 650 kilogramos de emisiones de dióxido de carbono por persona, lo que equivale al 5.5% de nuestra huella de carbono anual total. Estas cifras provienen de actividades que consideramos típicas en estas fechas, como el consumo energético, poner el árbol, la comida y los regalos.
En muchas ocasiones, considerado como el símbolo central de estas celebraciones, el árbol puede tener un impacto negativo en el medioambiente dependiendo de su origen. En el caso de los árboles artificiales, su fabricación requiere grandes cantidades de plástico, petróleo y PVC, materiales que no son reciclables y que pueden tardar hasta 500 años en degradarse, liberando gases de efecto invernadero en el proceso.
Por otro lado, la extracción de musgo y heno como elementos decorativos para árboles y nacimientos afecta los ecosistemas al alterar la humedad del suelo y destruir microhábitats esenciales para varias especies.
Las luces navideñas contribuyen a un incremento de 30 % en el consumo de energía eléctrica durante diciembre, de acuerdo con datos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) publicados en el portal Excélsior. Este aumento se traduce en una mayor demanda de combustibles fósiles para generar energía, lo que incrementa las emisiones de dióxido de carbono.
En diciembre, la cantidad de residuos aumenta hasta 30% en comparación con el resto del año, impulsada por convivios, intercambios de regalos y cenas festivas.
El uso desmedido de platos, vasos y cubiertos desechables, envolturas de regalos y empaques de productos eleva el promedio de desechos generados por persona, pasando de 1.5 a 4 kilogramos diarios durante esta temporada. Sin embargo, solo 4 % de estos residuos se recicla, dejando el resto en vertederos que agravan la contaminación ambiental.
La pirotecnia es otro símbolo común de las celebraciones decembrinas, pero su uso genera contaminación del aire, agua y suelo. Los fuegos artificiales liberan sustancias tóxicas, como plomo y nitratos, que pueden provocar enfermedades respiratorias y alterar el ciclo de lluvias. Además, estas partículas permanecen en la atmósfera durante varios días, agravando la calidad del aire en las ciudades.
Las reuniones navideñas, con sus abundantes banquetes, también contribuyen al desperdicio de alimentos. Según la Organización de las Naciones Unidas, la cantidad de alimentos desperdiciados se duplica en diciembre, generando 3,300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero anualmente.
Para evitar este desperdicio, los expertos sugieren planificar las compras con base en el número de asistentes y reutilizar las sobras para otros platillos.
La magia de la Navidad no tiene por qué ir de la mano con el deterioro de nuestro planeta. Reducir la contaminación durante esta temporada es posible si adoptamos medidas responsables y sostenibles: optar por luces LED para ahorrar energía, reutilizar decoraciones, elegir regalos con menor impacto ambiental y evitar el uso de desechables no biodegradables. Además, planificar las comidas para evitar el desperdicio de alimentos y reciclar los residuos generados son acciones clave para disminuir nuestra huella ecológica.
Cada decisión cuenta para hacer de esta celebración un momento de amor y alegría, también para el planeta.