Cada 12 de noviembre se celebra en México el Día del Cartero, una fecha que honra a los trabajadores que durante décadas fueron el vínculo entre millones de personas, llevando mensajes, noticias y todo tipo de mensajes de un lugar a otro. Hoy, sin embargo, el cartero es una figura menos presente, relegado casi exclusivamente a la entrega de paquetería debido a los avances tecnológicos y al cambio de hábitos en la comunicación. Es por ello que recordamos su trayectoria.
Orígenes en México: El nacimiento de un oficio en la Nueva España
El oficio de cartero tiene sus raíces en la Nueva España, cuando en 1762, bajo la orden del virrey, se estableció la necesidad de que los mensajes llegaran directamente a los hogares. Ante la indiferencia de los habitantes, que rara vez recogían su correspondencia de las oficinas postales, el virrey designó a hombres que las entregaran a domicilio, y así nació la figura del cartero. Joseph Lazcano, el primer cartero de oficio en la Nueva España, llevaba legajos, cartas y documentos oficiales, cobrando una pequeña tarifa por cada entrega. Con el tiempo, el sistema postal fue creciendo, y en 1795 se crearon plazas postales en ciudades importantes como México y Veracruz.
También existe la teoría de que el origen del oficio remonta al Imperio Azteca, donde se implementaba un sistema de relevos para facilitar las entregas. Los mensajeros, ubicados en torres estratégicamente situadas a intervalos de 10 kilómetros, recibían la correspondencia y continuaban su recorrido para asegurar su distribución.
El trabajo del cartero fue cobrando relevancia, al punto de que el 12 de noviembre de 1931, el ingeniero Luis G. Franco propuso al entonces presidente Pascual Ortiz Rubio la creación del Día del Cartero.
¿Qué transportaba el cartero?
Durante buena parte del siglo XX, el cartero fue una figura constante y querida en cada vecindario. En sus tradicionales mochilas de cuero llevaba mucho más que simples cartas: tarjetas de felicitación en épocas festivas, invitaciones a bodas y eventos, postales de lugares lejanos, e incluso boletines y revistas, que eran esperados con ansias por sus destinatarios.
Las cartas personales eran, a menudo, cartas de amor o mensajes de familiares lejanos, mientras que las tarjetas de Navidad y Año Nuevo simbolizaban buenos deseos que se compartían entre generaciones. También transportaban telegramas de carácter urgente, notificaciones oficiales y documentos importantes.
Además de la correspondencia, las estampillas se convirtieron en una tradición en sí mismas. Cada estampilla reflejaba un aspecto de la cultura mexicana o conmemoraba algún evento histórico, siendo cuidadosamente elegida por quienes enviaban cartas y valorada por quienes las recibían. Con el tiempo, el valor de las estampillas creció entre los coleccionistas, quienes apreciaban su diseño y simbolismo.
El cambio de la era digital
Con la llegada de internet y las plataformas digitales, la frecuencia de las cartas y el papel del cartero cambiaron drásticamente. Los mensajes instantáneos y las videollamadas reemplazaron las cartas escritas, y lo que antes tardaba días en llegar ahora puede enviarse en un instante.
A pesar de la disminución de cartas, la era digital también ha traído un inesperado repunte en las entregas de paquetería, sobre todo con el auge del comercio electrónico. La popularidad de las tiendas en línea ha impulsado la entrega de paquetes, convirtiéndose en la principal actividad de muchos servicios postales y privados. Ahora, es común ver a los carteros cargando cajas y paquetes, llevando a los hogares artículos comprados en plataformas digitales.
El Día del Cartero nos brinda la oportunidad de valorar un oficio que, en su momento, fue esencial y lleno de relatos significativos. Aunque hoy los mensajes y documentos llegan de forma instantánea a través de internet, en la memoria colectiva permanece la nostalgia de aquellos tiempos en los que las cartas eran un verdadero vínculo entre las personas y sus emociones.