Hace unas décadas, los problemas entre “amigos” y compañeros de escuela se reducían a simples travesuras, algo que los adultos consideraban "cosas de niños". El abuso físico o verbal quedaba sin nombre, en el silencio. Sin embargo, con el tiempo, esta violencia comenzó a reconocerse como un fenómeno serio y de consecuencias profundas en la vida de los menores, conocido hoy como bullying. Además, el problema ha crecido y trascendido el espacio físico de la escuela para adentrarse en las redes sociales, un nuevo y peligroso campo digital donde la agresión no descansa.
El término bullying comenzó a usarse formalmente en la década de 1970, cuando el sicólogo noruego Dan Olweus desarrolló investigaciones sobre el acoso escolar en Europa. Olweus propuso una definición ampliamente aceptada: “Un alumno es maltratado o victimizado cuando está expuesto de forma repetida y a lo largo del tiempo a acciones negativas por parte de otro estudiante o de un grupo de estudiantes”.
Hay varias teorías sobre el origen del término bullying que Olweus utilizó para describir la violencia entre iguales. Una posibilidad es que derive de bull, que significa "toro" en español, lo cual alude a las características agresivas de este animal. Otra interpretación sugiere que proviene del verbo to bully, que significa "intimidar"; en su gerundio, bullying se traduciría como "intimidando", lo que captura la esencia de las conductas de acoso repetitivo.
Desde entonces, se reconocieron las graves secuelas que este tipo de violencia puede dejar en los menores. En los últimos años, el concepto ha ganado una mayor relevancia a nivel mundial, especialmente en países como Estados Unidos y Reino Unido, donde estudios e investigaciones han visibilizado el problema y empujado a las autoridades y escuelas a establecer programas de intervención y prevención.
EL BULLYING EN LA ERA DIGITAL
La era digital ha introducido una nueva forma de acoso que supera las barreras de espacio y tiempo: el ciberacoso o ciberbullying. A través de redes sociales, mensajes de texto y otras plataformas en línea, la violencia se extiende más allá de las aulas y puede afectar a las víctimas en cualquier momento y lugar, multiplicando el impacto de la agresión sin límites de horario ni distancia.
En 2019, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, por sus siglas en inglés llevó a cabo un estudio a través de la herramienta U-Report, para determinar que uno de cada tres jóvenes ha sufrido alguna forma de acoso en línea y en casi todas las plataformas digitales. Asimismo, los encuestados respondieron quién debería ser responsable de acabar con el acoso. Un 32% aseguró que los gobiernos, 31% los mismos jóvenes y 29% las empresas de internet.
Este tipo de acoso suele incluir insultos, amenazas y la publicación de contenido, que por ende, en muchos casos escapa del control de padres y profesores, lo que complica la atención de los casos.
CONSECUENCIAS DEL BULLIYNG EN LAS VÍCTIMAS
Las víctimas de bullying pueden enfrentar diversas consecuencias en diferentes aspectos de su vida:
Impacto en la salud física: el acoso constante puede desencadenar trastornos como insomnio, problemas alimenticios, dolores de cabeza, fatiga y malestar digestivo.
Consecuencias sicológicas: las víctimas suelen experimentar ansiedad, inseguridad, miedo, soledad, baja autoestima y desconfianza en sí mismas, lo que afecta gravemente su bienestar emocional.
Afectación en las relaciones familiares y sociales: el acoso puede hacer que el menor se vuelva más reservado y aislado, lo que reduce su red de apoyo y dificulta las interacciones sociales.
Efectos en la vida escolar: la víctima puede perder la motivación por los estudios, mostrando desinterés y falta de concentración, lo que a menudo se traduce en un bajo rendimiento académico y, en casos extremos, en deserción escolar o rechazo a la escuela.
Conductas extremas: en situaciones de acoso severo, la víctima puede recurrir a la violencia, tanto hacia sí misma como hacia su agresor. En los casos más graves, podría llegar a autolesionarse o incluso tomar la decisión de suicidarse.
En varios países, se han promulgado leyes contra el bullying y el ciberbullying, y las escuelas han implementado protocolos para identificar y sancionar estas conductas. En México, la Secretaría de Educación Pública ha lanzado campañas de concientización y programas de educación emocional que buscan prevenir el acoso desde una edad temprana. Sin embargo, la prevención y combate del bullying requieren la colaboración de todos: padres, maestros y estudiantes.