A principios de año publicamos en esta columna que las condiciones sociales, pero sobre todo económicas, se estaban configurando para que estallara una gran guerra en el mundo. Lo volvimos a reafirmar cuando se dieron a conocer los resultados económicos del primer semestre del año. Hoy el panorama parece estar más claro: la guerra está cerca.
Recordemos un poco el panorama con el que justificábamos que una gran guerra estaba en puerta. Habíamos mencionado que el mundo atraviesa por un largo periodo de estancamiento económico que afecta principalmente a Europa. La población europea experimenta un deterioro creciente de su calidad de vida que se agudizó con la pandemia de 2019, pero que ya venía desarrollándose de forma previa. Esto provocó que el mercado interno perdiera dinamismo, mientras que empresas chinas, particularmente de la industria automotriz, desplazan a las europeas. Las otrora emblemáticas Volkswagen y Mercedes Benz, reflejo de la fortaleza alemana, hoy enfrentan graves problemas económicos.
El capitalismo, que perdió capacidad de expansión, tiene que provocar guerras para mantener su dinámica de crecimiento, al tiempo que tiene la función de frenar a los competidores. No sería la primera vez que Occidente busca revertir el crecimiento chino, hay dos guerras con Gran Bretaña (guerras del opio) que lo demuestran. Ya podemos dibujar con relativa facilidad los ejes del conflicto, por un lado, Estados Unidos está azuzando a Europa para enfrentarse a China que recientemente reafirmó sus compromisos con Rusia y con los antes llamados países no alineados que están conformando el bloque de los “BRICS”.
De hecho, Rusia mantiene una abierta confrontación con Europa y Estados Unidos a partir de la guerra de Ucrania. Esa guerra ya la perdió Ucrania, Europa lo sabe y ha disminuido las transferencias gratuitas, pero mantiene abierto el conflicto, un poco por orgullo, otro poco por estrategia; es el pretexto adecuado para atacar a Rusia. En contraste, a los rusos les conviene finiquitar el conflicto lo más rápido posible y, bajo un acuerdo de cooperación, 8 mil efectivos del ejército de Corea del Norte podrían incorporarse a la guerra contra Ucrania. Corea es otra pieza más para llegar a China.
A China no le interesa, ni le conviene, entrar a un conflicto bélico, pero también ha puesto límites, sobre todo con Taiwán y el intervencionismo de Estados Unidos que no reconoce a todo el territorio chino como parte de la misma nación. El presidente chino Xi Jinping recientemente ha llamado a su ejército a prepararse para la guerra y han realizado ejercicios a gran escala simulando la toma de Taiwán.
Relativamente cerca se libra otro frente entre el régimen sionista de Israel, que es la embajada más grande de Estados Unidos en Medio Oriente, contra Palestina, Líbano e Irán. Esta guerra ha provocado la muerte de más de 40 mil palestinos, dos mil libaneses y un centenar de iraníes; ha desplazado al extranjero a casi un millón de libaneses, lo que representa el 20% de la población total. Irán, que cabe señalar es potencia nuclear, ha amenazado con atacar a Israel de forma sorpresiva, letal y creativa; no han señalado fecha, pero la inteligencia israelí supone que será antes de las elecciones de Estados Unidos del próximo 5 de noviembre.
Esta parece ser la fecha clave, es el momento más vulnerable para Estados Unidos y los países del eje contrario lo utilizarán. En el país norteamericano no hay consenso en los pronósticos, mientras la mayoría de las encuestas le dan el triunfo a Donald Trump; los análisis cualitativos indican que la ganadora será Kamala Harris. Recordemos que el presidente no se elige por voto directo, sino a través de delegados que se eligen de acuerdo con la proporción de población en cada estado.
Elaboración propia con los promedios realizados por The New York Times
Si gana Trump, los votantes de Harris parecen estar dispuestos a aceptar el resultado; pero, si gana Harris, los sondeos revelan que sus partidarios no aceptarían la derrota y está sobre la mesa la posibilidad real de una guerra civil. Hay otro factor adverso, Joe Biden ya no gobierna, su salud está tan deteriorada que relegó muchas tareas; su esposa ha asumido reuniones de importancia (estuvo en México en la toma de protesta de Sheinbaum) y es cabeza en reuniones de gabinete.
Con un conflicto interno, la capacidad de respuesta de Estados Unidos hacia el exterior es limitada. Irán atacaría a Israel, Corea del Norte ingresaría formalmente a la guerra con Ucrania y China tomaría Taiwán. Europa, la moribunda, no tiene la fuerza ni los recursos para enfrentarse mientras Estados Unidos resuelve sus problemas. Para salir de una guerra civil, quien gane la presidencia enfocará sus esfuerzos en construir un enemigo común, por lo que entrar a la guerra será un salvavidas importante.
¿Y la ONU y los mecanismos multilaterales para detener el conflicto? Pues ya vimos su incapacidad para detener el genocidio en Gaza o llegar a acuerdos entre Rusia y Ucrania. Ojalá que reaccionemos como humanidad.
*Profesor-Investigador Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras
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