El Día Internacional del Chiste se celebra el 1 de julio de cada año. Su objetivo primordial es lograr a través del humor que todas las personas sean capaces de compartir momentos de alegría utilizando expresiones graciosas.
El chiste es un tipo de narración breve, cuyo entendimiento suscita a la risa. Su contenido puede ser satírico, irónico, burlesco, incluso cruel, expresado a través de un juego verbal que, para ser comprendido del todo, requiere de ciertos referentes e ideas comunes de lo gracioso entre quien cuenta el chiste y quienes lo escuchan.
El origen de esta fecha se remonta a muchos años atrás, aunque su celebración de manera oficial comienza en los Estados Unidos. No obstante, se cree que nació en la antigua Grecia gracias a Palamedes, quién fue considerado un genio y un personaje mitológico de esa época.
En 2001 se llevó a cabo un importante estudio para dar a conocer al mundo el chiste más gracioso, pero los expertos en la investigación de la Asociación Británica de la Ciencia concluyeron que no existe ningún chiste que pueda catalogarse como el mejor, ya que esto está marcado por muchos factores como las tradiciones y aspectos culturales y lingüísticos de cada nación.
En México, los chistes se cuentan a toda hora, por grandes y pequeños, algunos subidos de tono como los conocidos albures; sin embargo, desde hace muchos años un personaje es el protagonista de estas anécdotas, “Pepito”, un niño, adolescente o adulto que aparece en miles de chistes.
Los chistes de Pepito suelen ser una forma humorística de abordar situaciones cotidianas desde la perspectiva de un niño, generando risas y entretenimiento. Forma parte de la tradición humorística popular en los países de habla hispana desde hace varias décadas. No hay una fecha exacta de origen, pero estos chistes se han transmitido de generación en generación y han perdurado en la cultura popular.
El chiste tiene diferentes funciones síquicas y sociales. De acuerdo con Sigmund Freud, el chiste es una manera de enfrentar las adversidades y de no dejarse abrazar por el dolor. El chiste accede al territorio virtual, pensamientos, imágenes y afectos reprimidos que Freud llamó inconsciente.
El chiste es utilizado, en ocasiones, como herramienta para enfrentar las adversidades, nos hace sentir bien y nos ayuda a soportar tragedias. En un velorio, por ejemplo, no falta un chistosito que, si sabe contar chistes, nos hace más llevadero o ligero el dolor de la pérdida.
En el momento en el que se percibe un chiste, puede parecer que nos reímos al momento, de forma instintiva, pero la verdad es que hay un complejo proceso que ocurre en milisegundos hasta detrás de la más mínima risa. En primer lugar, el cerebro detecta una incongruencia, después traza la relación entre las premisas y por último se da la resolución. En este último momento es cuando uno se da cuenta de si el chiste le ha hecho gracia o no.
Muchas partes del cerebro se activan cuando se escucha un chiste. Por ejemplo, el córtex es el encargado de establecer las relaciones entre las premisas, la amígdala conecta la parte cognitiva con la emocional y el sistema mesocorticolímbico es el que decide si el chiste hace gracia o no.
Los chistes provocan risa y esta ayuda a reducir los niveles de la hormona del estrés y de azúcar, lo que es bueno para las personas diabéticas, ya que promueve el flujo de sangre y estimula el sistema inmunitario.
En Estados Unidos se cuentan chistes de polacos, mientras que en Canadá las bromas son con los habitantes de Newfoundland. Por su parte, México crea chiste con los yucatecos y gallegos; Reino Unido con los irlandeses y en Australia con los tasmanos; Nueva Zelanda hace chistes con los maoríes; en Francia, con los belgas y los francófonos suizos. En Alemania con los de Frisia Oriental; en tanto, Italia con los italianos del sur. En Suecia con los finlandeses; en Brasil con los portugueses; en Irán con los de Rasht, mientras que en Nigeria con los hausas.
¿Pueden los chatbots de IA contar buenos chistes? Un estudio reciente de Google DeepMind en el participó una veintena de comediantes profesionales, ChatGPT y Gemini son eficaces en tareas simples, como estructurar un monólogo o producir un primer borrador, pero no puede producir material realmente divertido. Así que la preocupación de que la inteligencia artificial reemplace a los comediantes aún está muy lejos.
