Golpe en Bolivia: la conjura del litio

Golpe en Bolivia: la conjura del litio

Foto: Xinhua

Durante el Plan Cóndor, nuestra América Latina sufrió numerosos golpes de estado abiertamente apoyados por Estados Unidos, y en el marco de la Guerra Fría. Hacia la década de los 90 la región vivió un repuntar de las democracias y una relajación de las tensiones diplomáticas regionales. El ascenso de la izquierda a inicios de siglo implicó nuevamente un cisma latinoamericano entre dos modelos económicos que devinieron en estados medianamente eficientes por igual. Si bien países como Venezuela experimentaron, por diversas cuestiones que no se reducen a su militancia política, una particular debacle económica; también existen otros como Brasil y Bolivia que, bajo gobiernos de izquierda, experimentan un notable crecimiento económico en las dos décadas del siglo XXI.

 

Como hace 5 años, Bolivia experimentó un conato de golpe de Estado. Incluso en la barbarie golpista del pasado siglo, dos golpes de estado en un período tan corto constituyen una rareza que debe ser examinada. Para tal afán, deberían estudiarse tanto las condiciones internas y externas que lo propician. Veamos las segundas.

 

Ante todo, los hechos. El golpe comienza con una movilización de militares en la Plaza Murillo en La Paz, muy cerca de las sedes del poder ejecutivo y legislativo. Los golpistas, bajo el mando del general Juan José Zúñiga, entraron al palacio de gobierno con la intención de lavar la afrenta de una supuesta humillación al ejército por parte del gobierno actual. El presidente, Luis Arce, denuncia primero una movilización regular y después un intento de golpe. Además, llama a una movilización popular y juramenta un nuevo mando militar.

 

Frente a cámaras, el presidente increpa a un general Zúñiga que se muestra indeciso y amedrentado. El ejercicio golpista resulta un fracaso, y sus instigadores se enfrentarán a penas de 5 a 15 años. Mediáticamente, el golpe fue condenado con unanimidad y, por otra parte, se demostró el apoyo popular al gobierno actual.

 

Según Oleg Yasinsky, periodista de RT, el golpe fue “extraño, improvisado, y condenado al fracaso desde el principio”. Para el autor, el golpe representa una respuesta de la oligarquía boliviana a ciertas medidas soberanas del estado. Acusa, además, que el golpe podría ser un experimento para medir la reacción del pueblo y la comunidad internacional ante tales sucesos. De ser así, el plan fue un fracaso.

 

Pero ¿qué medidas soberanas causan descontento a las oligarquías? Resulta, como se sabe, que Bolivia posee el 24% de las reservas de litio mundiales. Material vital para las baterías de diversos dispositivos, en especial los autos eléctricos de Tesla. Y en diciembre de 2023, el presidente Arce concretó un contrato entre el consorcio ruso Rosatom, además de afirmar su intención de adhesión a los BRICS, un bloque económico emergente que se opone a la hegemonía económica norteamericana.

 

La soberanía latinoamericana resulta respetable para Estados Unidos sólo cuando se alinea a sus intereses. De lo contrario, y en un ejercicio hipócrita, las inversiones de Rusia y China en el continente se consideran como acciones imperialistas que contravienen el sueño norteño de América Latina como patio trasero del Imperio. La administración norteamericana, con el ejercicio servil de la Organización de Estados Americanos (OEA), ha financiado numerosas desestabilizaciones en la región, hecho que ha sido criticado por el presidente mexicano en varias ocasiones.

 

Por ello, no resulta extraña la reacción tibia de la Embajada de Estados Unidos ante el golpe en Bolivia. La sede, sin embajador desde el 2008, llamó posteriormente al suceso a “calma y moderación”. El presidente Maduro, hace ya dos meses, advertía a Bolivia de que la encargada de negocios Debra Hevia, tenía experiencia en golpes blandos y revoluciones de color. Más allá de evidencias concretas, la carga de la prueba apoya a Maduro, si tenemos en cuenta el doble rasero de la política norteña ante golpes en la región, así como las numerosas intervenciones militares que ha financiado.

 

Lo que sí es evidente es el interés de Elon Musk en el litio de la región. En 2020, ante el golpe de estado a Evo Morales, el magnate escribe en el aún Twitter: “We will coup whoever we want”. El twit, borrado, pero fácilmente rastreable, evidencia el desprecio de algunos sectores de Estados Unidos por la región y su devenir democrático. Con el golpe de estado, Musk tendría libre acceso a un litio boliviano muy barato, que sería procesado en una mega fábrica en Brasil. El cauce democrático de noviembre de 2020 frenó sus intenciones. Bolivia responde a sus intereses nacionales ahora, y apela a otros “imperios”, cuyas relaciones con América Latina están limpias de escarnio en relación con el proyecto colonial del Norte, abiertamente agresivo y con numerosos golpes a su haber.

 

Pero no es solo Bolivia, este año destacó una noticia acerca de una acusación a Musk, por parte del Supremo General de Brasil, por fomentar milicias digitales antidemocráticas. Chile, Bolivia y Argentina, conforman el “triángulo del litio”, poseen el 50% de las reservas mundiales. Si bien Bolivia posee las mayores reservas, la mira del magnate recae ahora en Argentina.

 

A finales del año pasado, el presidente Javier Milei fue democráticamente electo en Argentina. La corrupción de la Izquierda horadó la institucionalidad democrática de la nación, al punto de ser Milei la mejor opción a elegir. El gobierno actual argentino, abiertamente entreguista, responde prontamente a los intereses de Musk por su litio. Eso, y una pésima proyección diplomática suya y de su cancillería, auguran para la región un foco de neocolonialismo y regresión democrática.

 

Son, pues, los recursos económicos, más allá de las evidentes divisiones políticas, las que marcan el devenir democrático de la región. Debería ser discutible, si la tenencia de propiedades de Rusia y China en la región podría servir de impedimento para la conjura de los golpes de estado. Lo realmente claro es que el paradigma de las mal llamadas energías limpias amenaza la región, y los gobiernos nacionalistas y democráticos deben preparar sus proyecciones diplomáticas acorde al asunto.

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