En años recientes, se ha abordado más y más la inclusión de las mujeres en cada ámbito laboral, dando como resultado que actualmente haya más profesionistas, emprendedoras y, en general, más mujeres en espacios que anteriormente se creían sólo de hombres. Aunque se presume mayor inclusión laboral, hay campos donde el desarrollo de las mujeres todavía es escaso.
Uno de estos campos laborales es el del transporte público, ya que son más los hombres y es poco frecuente ver a mujeres al volante. Cada tanto se puede ver a mujeres manejando taxis o transporte de aplicación como Uber o Didi, pero es casi impensado ver a una operando una línea de transporte colectivo, como combis o camiones.
Más aún, en el caso de Puebla es prácticamente imposible ver a una mujer operando un vagón del RUTA, en cualquiera de sus líneas o en los vagones rosas, donde sólo está permitido el ascenso de mujeres. ¿Realmente no hay espacios para las mujeres en este campo, o realmente persisten los estereotipos de género?
En noviembre de 2022, en Puebla, se dio a conocer en medios locales y nacionales el caso de Margarita, conductora de la unidad 45 de la ruta 33 que pasa por Puebla capital; no obstante, Margarita es un caso anecdótico, ya que además de ella se ve poco a las mujeres en la misma posición, a pesar de que este tipo de trabajos sí son abiertos para ellas y se les recluta.
También en noviembre del 2022, la Unión de Profesionales del Transporte (UPT) emitió una convocatoria para mujeres, a fin de que se formen como conductoras, con cursos de capacitación, salario igual al de los hombres y prestaciones de ley. En esta convocatoria se afirmó que en el estado sólo el 10 % de las operadoras son mujeres, mientras que el resto siguen siendo hombres.
Esta es una cuestión que abarca diferentes factores, principalmente relacionados a una construcción de género que encasilla a las mujeres como poco aptas para este tipo de tareas. Históricamente, la conducción de vehículos ha sido una actividad “de hombres”, ya que se cree que las mujeres son, sin motivo aparente, malas frente al volante, algo que, presuntamente, se le da naturalmente a los hombres.
Esto es algo que contrasta con la realidad, pues según el INEGI, en 2021 de todos los accidentes de tránsito registrados, 340,415, el 14 % fue causado por una mala conducción de las mujeres, mientras que el 76 % fue por manejo negligente de los hombres. El 10 % restante no se supo el sexo de la persona por darse a la fuga, pero se evidencia que no hay relación entre mujeres y un mal manejo.
No obstante, todavía siguen vigentes frases como “tenías que ser mujer”, “ha de ir manejando una mujer”, que violentan a las mujeres y las pueden inhibir de desarrollarse como transportistas, incluso si lo hacen igual que sus pares hombres.
Otro de los motivos son las condiciones laborales, ya que, como sucede en muchos casos, las mujeres también cumplen el doble rol de profesionista y madre o jefa del hogar, por lo que las jornadas laborales que conlleva el transporte público no son flexibles. Margarita, la conductora de la ruta 33, ha declarado cumplir días de casi 20 horas, iniciando a las 5:00 hasta las 22:00 horas, algo que resulta imposible para otras que, aunque quisieran, se ven obligadas a cumplir con el doble rol.
En casos como el del RUTA, tampoco es usual ver que sean mujeres las que los operen, en ninguna de las tres líneas o las alimentadoras. Si bien la ley prohíbe negar un trabajo a una persona por su condición de género, en los hechos las mujeres siguen sin llegar a estos espacios porque al solicitarlos se encuentran con una barrera de prejuicios o discriminación, porque se cree que por el hecho de ser mujeres no son aptas para el trabajo.
La escasez de mujeres trabajando en el transporte público no es algo aleatorio ni obedece al hecho de que no se les abran vacantes, sino que es el resultado de los estereotipos y roles de género que todavía se les asigna a las mujeres, haciendo parecer que no tienen “lo necesario” para la labor.