La noche del 5 de enero, miles de niños y niñas en México y otros países de habla hispana lanzan al cielo globos con sus cartas para los Reyes Magos, una tradición que se remonta a la época colonial y que busca hacer llegar sus deseos a los tres personajes bíblicos que, según la creencia, les traerán regalos al día siguiente.
Sin embargo, esta práctica, a pesar de estar muy arraigada en países como México, ha sufrido críticas en años recientes por el costo ambiental, ya que los globos que se elevan por el aire terminan cayendo en la tierra o en el mar, donde se convierten en una fuente de contaminación y de riesgo para la vida silvestre.
¿Repercute en las ventas?
Martha es una de las vendedoras de globos que se instaló en el corredor 5 de Mayo del Centro Histórico de Puebla, para vender globos en la víspera del Día de Reyes, una actividad comercial que en años anteriores incluso se hacía desde el 3 o el 4 de enero.
En entrevista para Imagen Poblana, Martha explicó que sus ventas este 5 de enero van lentas conforme a lo previsto, ya que planea desplazar 300 globos durante la jornada y, hasta las 16:00 horas, únicamente había logrado vender 100.
En comparación con las ventas de años pasados, reconoció que sí ha habido un decremento de aproximadamente el 50 %, situación que sí ha tenido que ver con las campañas que se han hecho para visibilizar los riesgos ambientales que tiene esta tradición.
En este sentido, explicó que no conoce a detalle qué pasará con sus globos después de que los niños los suelten por la noche con una carta para los Reyes Magos, pero enfatizó que se trata de una tradición y mientras haya quien la busque, ellos seguirán ofreciéndola.
¿Cuál es el costo ambiental?
Los globos están hechos de materiales sintéticos como el látex, el poliuretano o el aluminio, que contienen colorantes y químicos que pueden tardar hasta 450 años en degradarse.
De acuerdo con los defensores ambientales, también es necesario recordar que los globos para que puedan volar se inflan con helio, un gas no renovable y escaso, que se desperdicia al liberarlo a la atmósfera.
Los globos que caen al mar son especialmente dañinos para las aves, las tortugas y los peces, que pueden confundirlos con alimento y morir asfixiados o intoxicados al ingerirlos.
Según un estudio publicado en la revista Nature, las aves marinas tienen 32 veces más probabilidades de morir por comer un globo que por comer otros tipos de plásticos duros.
Los globos que caen a la tierra también pueden causar problemas, como incendios forestales, cortes de luz, obstrucción de drenajes o daños a cultivos.
Además, los hilos o cintas que se usan para sujetar los globos pueden enredarse en los animales y provocarles heridas o infecciones.
Ante esta situación, diversas organizaciones ambientalistas han lanzado campañas para concientizar a la población sobre el impacto negativo de los globos y promover alternativas más ecológicas, como enviar las cartas por correo electrónico, hacer burbujas de jabón, plantar árboles o semillas, o elaborar globos de papel biodegradable.