Las luces de Navidad son un elemento tradicional y festivo que adornan las calles, las casas y los árboles durante estas fechas; sin embargo, también son una fuente de contaminación lumínica y energética que afecta al medio ambiente, así como a la salud de las personas y los animales.
Según algunos estudios, el consumo eléctrico de las luces navideñas aumenta en un 30 % durante el mes de diciembre, lo que equivale a emitir unas 400,000 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
Además, la iluminación artificial altera los ciclos naturales de luz y oscuridad, lo que puede provocar trastornos del sueño, estrés, depresión y obesidad en los humanos, así como afectar a la migración, la reproducción y la alimentación de muchas especies animales.
Ante esta situación, algunos expertos recomiendan reducir el uso de las luces navideñas o sustituirlas por opciones más ecológicas, como las que funcionan con energía solar.
También se recomienda implementar iluminación con bombillas LED de bajo consumo o aquellas que incorporan temporizadores o sensores de movimiento para apagarse cuando no hay nadie cerca.
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Asimismo, se aconseja evitar las luces de colores intensos o intermitentes, ya que son más perjudiciales para la visión y el cerebro, y optar por tonos más suaves y cálidos.
De esta forma, se puede disfrutar de la magia de la Navidad sin renunciar al cuidado del planeta y de la salud de todos los seres vivos que lo habitan.
