El “dedazo”, una práctica que ha vuelto, si es que alguna vez se fue

El “dedazo”, una práctica que ha vuelto, si es que alguna vez se fue

Foto: FreePik

En los momentos preelectorales que atraviesa México, uno de los cuestionamientos más recurrentes que se hacen entre los mismos integrantes de los partidos son los procesos de selección de candidatos. En más de una ocasión se ha acusado que en los diferentes frentes políticos se ha hecho simulación de procesos o, en el peor de los casos, se ha recurrido a la vieja práctica del famoso “dedazo”, una práctica que se creía superada, pero que ha vuelto.

 

Por ejemplo, en Morena desde hace más de un año se había comentado que la elegida para suceder en el poder a AMLO era Claudia Sheinbaum, por lo que el proceso que se llevó a cabo por meses fue una simulación para ocultar el “dedazo”.

 

Esta forma de elegir a los candidatos es algo que ha sucedido en el país desde hace mucho tiempo y fue iniciado por el que una vez fue partido único en el país.

 

Dicha práctica no es algo nuevo, pues se ha usado durante décadas en el país, principalmente para las sucesiones presidenciales en los años que México estuvo gobernado por el PRI. Este partido se caracterizó por controlar cada aspecto de la vida política del país, incluidos los procesos de selección, a la hora de cambiar de jefe del Ejecutivo.

 

El término dedazo tiene incluso su propia definición bajo el contexto mexicano y hondureño, pues la Real Academia Española (RAE) lo reconoce como una palabra válida que alude a la “designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder ejecutivo, sin las formalidades de rigor”.

 

Esta práctica se remonta a las épocas del Partido Nacional Revolucionario (PNR, hoy PRI), cuando el presidente de México era Plutarco Elías Calles, de 1924 a 1928. Aunque no hay confirmación oficial, libros como “La Herencia”, de Jorge Castañeda, o “La sucesión presidencial”, de Daniel Cosío Villegas, muestran que Calles se encargó de designar a su sucesor inmediato, pero también a los dos siguientes.

 

Luego de que terminó su mandato, Plutarco Elías Calles decidió que el siguiente en ocupar la silla presidencial sería Emilio Gil Portes de 1928 a 1930, posteriormente el presidente sería Abelardo Rodríguez de 1930 a 1932, y luego Lázaro Cárdenas de 1932 a 1934. Este periodo fue conocido como el “Maximato”, pues a pesar de que ellos ocuparon el cargo, en los hechos el hombre con más poder era Plutarco Elías Calles, razón por la cual se le llamó el “Jefe Máximo de la Revolución”.

 

Elías Calles siguió con esto hasta que “su” último presidente, Lázaro Cárdenas, se vio obligado a reformar al propio partido en 1938, pasando a llamarlo Partido de la Revolución Mexicana (PRM). El único cambio fue que Calles dejó el poder, pues el dedazo siguió con los presidentes que elegían al sucesor, aunque ya sólo con el inmediato, incluso cuando se constituyó el PRI en 1946 con Manuel Ávila Camacho.

 

Esto siguió así por casi cinco décadas más, con los presidentes eligiendo a su sucesor, usualmente personas de su gabinete, sus allegados en el partido o ya en última instancia, elegían a la persona que asegurara continuar con su proyecto político. Así fue hasta 1994, cuando se dio el último “dedazo” con Carlos Salinas de Gortari escogiendo a Ernesto Zedillo tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

 

Al final del sexenio de Zedillo, se llevaron a cabo unas elecciones primarias al interior del partido, lo que dio como resultado la selección de Francisco Labastida, lo que a su vez significó la primera derrota del PRI y la sucesión en el poder, con Vicente Fox Quesada convirtiéndose en el primer candidato del PAN ganando.

 

La práctica no se dio de la misma manera en los años siguientes, ya que el candidato del PRI, Roberto Madrazo, sumó otra derrota en 2006 y el presidente electo, Felipe Calderón, no era del mismo grupo de Vicente Fox. En el 2012 se eligió también a un perfil afín al “calderonismo”, Josefina Vázquez Mota, pero no tuvo el rendimiento esperado, lo que en 2012 permitió el regreso del PRI al poder con Enrique Peña Nieto.

 

Posteriormente, el candidato oficialista en 2018, José Antonio Meade, tampoco pudo asegurar la continuidad del tricolor, dando paso al primer partido considerado de izquierda, encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

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