El 4 de noviembre se llevó a cabo la final de la Copa Libertadores, el torneo de clubes más importante del continente americano, dando como resultado la victoria del Fluminense, de Brasil, sobre Boca Juniors, de Argentina. Más allá de lo sucedido en el juego, el acto estuvo marcado por testimonios de los aficionados que dejaron bien claro a qué niveles llega el fanatismo por su equipo.
Entre los más destacados se conoció el caso de un niño y su padre, quienes rifaron su consola de Playstation y motocicleta, respectivamente; además de otro padre y su hijo, quienes usaron su beca de estudio para acudir al partido. Quizá el caso más sonado se vio después del partido y fue al mismo tiempo el más lamentable, pues un joven argentino se quitó la vida tras la derrota de su equipo.
Los aficionados sudamericanos, en especial los argentinos, son conocidos mundialmente como los más apasionados por el futbol, aunque no los únicos, pues en algunas partes de Europa también comparten el mismo fanatismo por el balompié. Esto los ha llevado a tocar los extremos en situaciones que, para el resto de la población, resultan incomprensibles y fuera de toda lógica.
Niveles similares de fanatismo casi siempre se ven en instancias religiosas u otro tipo de movimientos sociales y políticos, pero en general es poco sabido qué hay detrás de este razonamiento. Aunque parezca sorpresivo, sí hay bases y explicaciones científicas detrás de estos comportamientos.
El fanatismo se define como la adhesión y defensa incuestionable de una causa sin importar ningún tipo de límite o consideración. Esto lleva a las personas a actuar sin importar la racionalidad y dejando de lado el criterio propio, pues al final del día el interés mayor es seguir contribuyendo a la causa, inclusive si esto significa entrar en conflicto con aquellos que no concuerdan con ella.
La explicación se da, entre otras disciplinas, por la neurociencia, ya que en los momentos cuando se hace más notorio este comportamiento entran en juego diferentes procesos neurológicos. Los momentos en que estamos más motivados o tenemos un aprendizaje nuevo es cuando nuestro cerebro libera un neurotransmisor llamado dopamina, lo que nos hace sentir placer de manera sorpresiva.
Experimentar este placer contribuye a la formación de hábitos, es decir, la repetición de un comportamiento con tal de sentir aún más placer.
Los aficionados tienen estas experiencias cuando están en los estadios y alientan a su equipo que luego los recompensa ganando, aunque es todavía más placentero si la victoria es inesperada y con tintes dramáticos, ya sea porque se le da vuelta al marcador, se gana contra un equipo que en el papel era mejor o en una instancia importante, como una final.
Cuando se trata de futbol podemos ver que los hinchas desarrollan una identidad en torno a un equipo y forman grupo con otras personas que tienen la misma afinidad, haciendo que se sientan más cómodos y con mejor autoestima. Esto se refuerza si se escalan posiciones al interior del grupo, pues lo común es que estos también tengan organización jerárquica al interior.
Esto es un riesgo porque las personas con una baja autoestima y sin posibilidades de mejorar por otras vías, ven en los grupos de animación una vía de escape para los problemas que los aquejan en su día a día. Esto se presta a que los de mayor rango en el grupo abusen de los más vulnerables y los lleven a cometer actos de los que no están convencidos, pero que se sienten obligados a cumplir.
Todo lo anterior lleva a las personas a seguir conductas que los pueden poner en riesgo o en las que simplemente dejan de lado el pensamiento individual y se guían por lo colectivo. Los aficionados que se deshicieron de sus pertenencias para la final de la Copa Libertadores no son casos aislados, ya que hay quienes cometen actos iguales o más radicales.
Sucesos como el suicidio del joven en Argentina también se han visto en México con uno de los equipos que más ha defraudado a su afición: el Cruz Azul. Un hombre llamado Jesús no se quitó la vida tras una derrota, sino que fue celebrando el pase a la final del 2021 y no alcanzó a ver cómo su equipo rompió una racha de más de 20 años sin título de liga. Luego de ir al estadio Azteca regresó a su casa en la Ciudad de México en la alcaldía Coyoacán, donde fue hallado sin vida.
Mucho antes, en la nombrada “Final del Siglo” entre las Chivas del Guadalajara y las Águilas del América celebrada en 1984, un aficionado del equipo tapatío se suicidó de un disparó en la cabeza. Los reportes indican que el hombre de nombre José Rodríguez no soportó la derrota de las Chivas ante su acérrimo rival, por lo que puso fin a su vida con una bala.