Guerra sucia, haciendo acto de presencia sin haber iniciado el proceso electoral

Guerra sucia, haciendo acto de presencia sin haber iniciado el proceso electoral

Foto: FreePik

Aunque el proceso electoral para la sucesión presidencial y la elección de nueve gobernadores en México comenzará hasta noviembre próximo, desde hace unos meses se ha visto una incansable guerra sucia, tanto entre aspirantes del mismo partido como entre las diferentes fuerzas políticas que buscan el poder.  

 

Esto se da a pesar de que en los últimos años se han hecho diferentes reformas electorales que buscan justamente evitar la guerra sucia y tener procesos electorales más limpios y transparentes, que abonen a la democracia y legitimación de las autoridades.  

 

Dichas reformas electorales poco éxito han tenido para frenar la guerra sucia, una práctica que anteriormente era más frecuente entre dos fuerzas políticas con corrientes ideológicas prácticamente opuestas.  

 

Pero hoy en día vemos que sin importar el partido o si tienen la misma militancia, los actores políticos son capaces de hacerlas con tal de preservar el poder, obtener un mejor posicionamiento rumbo a las próximas elecciones. 

 

¿Qué es la guerra sucia y cómo afecta a la democracia?  

 

Primero que nada, hay que señalar que el proceso de la guerra sucia en México no solamente se refiere a las disputas políticas sino también a un periodo en el cual el gobierno federal se encargó de disolver los movimientos sociales y estudiantiles, y que tienen como principal referente la matanza de Tlatelolco en 1968 o el llamado Halconazo en 1971. 

 

Pero cuando hablamos de guerra sucia en el entorno político encontramos que esta práctica es aquella en la cual los actores políticos hacen ataques para evidenciar los errores o deficiencias de sus adversarios.  

 

Estos señalamientos no siempre son ciertos, pero se usan para generar percepción entre los votantes pues los actores políticos confían en que muchos de ellos no lograrán descubrir si determinado señalamiento era cierto o no y se quedarán únicamente con la primera impresión. 

 

Atacar a un rival político es a todas luces una práctica desleal que lamentablemente se ha normalizado nuestro país, permeando los diferentes sectores incluso de un mismo partido.  

 

La guerra sucia también puede darse desde aquellos perfiles que ya se encuentran desde el poder, hablando específicamente del presidente Andrés Manuel López Obrador.  

 

Su conferencia de prensa matutina denominada la mañanera, se ha convertido en una de las tribunas desde la cual ha marcado una agenda política desde que tomó la presidencia en 2018 y que le ha permitido lanzar ataques puntuales en contra de la oposición.  

 

En los últimos meses la aspirante del Frente Amplio por México para competir por la presidencia de la República en 2024, Xóchitl Gálvez, se ha convertido en el blanco de estos ataques presidenciales. 

 

Este tipo de acciones muchas veces quedan impunes, ya que las autoridades electorales no cuentan con herramientas para sancionarlas o simplemente prefiere no hacerlo con tal de evitar alguna confrontación con los poderes políticos.  

 

La guerra sucia afecta directamente la calidad de los procesos electorales que sirven para determinar la democracia de un país.  

 

Estos ataques vuelven una contienda electoral en una batalla campal y dejan de lado el verdadero sentido que es convencer al electorado a través de propuestas innovadoras que atiendan las carencias de los ciudadanos.  

 

También exhibe la calidad moral de aquellas personas que buscan el voto y que recurren a este tipo de prácticas con tal de obtenerlo. 

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