A pesar de que la movilidad en las ciudades y entre los países parece haber vuelto a la normalidad, la pandemia de COVID-19 sigue presente en todo el mundo. Desde su inicio, se confirmaron más de 770 millones de casos y se registraron 6.9 millones de muertes, según datos reportados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Sin embargo, según el sitio Infobae, los síntomas de la enfermedad han ido evolucionando con el tiempo, y los médicos cada vez tienen más dificultades para distinguir el COVID-19 de las alergias o el resfriado común, incluso a medida que aumentan las hospitalizaciones. Por lo que los test de detección siguen siendo una herramienta fundamental para determinar si una persona está infectada con el virus.
Los síntomas que antes eran característicos de la infección por coronavirus, como la tos seca o la pérdida del sentido del gusto u olfato, son poco frecuentes en comparación con el aumento de casos de COVID-19 registrados desde julio alrededor del mundo.
Ahora, los médicos observaron una enfermedad mucho más leve, que se concentra principalmente en las vías respiratorias superiores. Según el doctor Javier Farina, de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), este cambio se debe al grado de inmunidad adquirido a través de la infección previa y la vacunación.
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Un estudio en el Reino Unido llamado Estudio de Síntomas de COVID Zoe documentó esta tendencia, pues el dolor de garganta se volvió algo más común, especialmente después de que la variante Omicrón fuese la dominante a finales de 2021. Por otro lado, la pérdida de olfato se volvió menos común, y la tasa de ingresos hospitalarios disminuyeron en comparación con el verano y otoño de 2021.
Junto con la congestión, algunos pacientes experimentan dolor de cabeza, fatiga, dolores musculares, fiebre, escalofríos o goteo post-nasal, pero la tos ya no es uno de los síntomas principales. Los médicos atribuyen estos síntomas más leves a la inmunidad adquirida por las vacunas y las infecciones pasadas.
