Para bien o para mal, el mandato del otrora gobernador Rafael Moreno Valle Rosas marcó un antes y un después en la vida política y pública de Puebla. Durante su administración se hicieron diversas obras de gran magnitud, entre las que destacan la Estrella de Puebla, la Red Urbana de Transporte Articulado (RUTA) y el polémico Tren Turístico Puebla-Cholula.
Dicha obra fue inaugurada formalmente el 23 de enero del 2017 en compañía del presidente Enrique Peña Nieto y el mandatario estatal, pero su operación empezó desde el 2016 y su planeación inició antes. El 8 de julio del 2015 se lanzó la primera licitación oficial para otorgar la obra a una empresa privada. En el documento número SFA-OP-LPN-2015-021 requería iniciar la obra el 6 de agosto del 2015 y terminar antes del 11 de mayo del 2016, es decir, menos de un año de trabajo.
En principio, el recorrido sería del Museo Nacional del Ferrocarril en la capital y culminaría en la Zona Arqueológica de Cholula, atravesando diferentes localidades, 17.2 kilómetros en total, lo que colocaría a Puebla como un atractivo en el país, algo que no sucedió y estuvo lejos de recuperar lo invertido.
Se anunció con capacidad para 284 pasajeros simultáneos, espacio para abordarlo con bicicleta, personas con discapacidad, velocidad de correr a 100 km/h (aunque su andar siempre fue menor), clima, bajas emisiones de carbono y un recorrido de 40 minutos que conectaba los dos municipios. No obstante, aún con todo esto, sus corridas casi siempre fueron con ocupación mínima.
La cantidad de dinero que se dispuso para la obra fue superior a los 1,574 millones de pesos por parte del estado y de la federación. La idea era que retornaran con viajes a precios accesibles, de 60 pesos para turistas foráneos, 30 para los poblanos y 13.50 para quienes lo usaran como un medio de transporte con tarjeta del RUTA.
A lo largo del día el tren solo tenía seis salidas, tres que partían de Puebla y tres que partían de Cholula, puesto que solo se disponía de vías en un solo sentido, es decir, de ida y vuelta. De las estaciones con las que contaba, pocas estaban en funcionamiento, ya que la de Momoxpan y la ubicada en el Mercado Hidalgo nunca fueron habilitadas.
Los horarios tampoco favorecieron a un transporte cuya finalidad era recreativa más que de movilidad urbana. De lunes a viernes el primer recorrido salía de Puebla a las 7:00 horas para llegar a Cholula a las 7:35, con regreso de 7:40 a 8:20. El segundo era de 8:30 a 9:05 con retorno de 12:15 a 12:50. El último era de Puebla a las 16:45, alcanzando Cholula a las 17:20 y regresando de 17:30 a 18:05.
Los sábados y domingos se hacían diez viajes (cinco de Puebla y cinco de Cholula) con horarios similares, el primero que arrancaba de Puebla a las 7:00 horas y el último volviendo a la capital a las 18:50. En términos generales, no eran atractivos para las personas y la opción de abrir otros horarios no era posible porque el tren estaba sujeto a la disposición de las vías pertenecientes a Ferrosur.
Con poca afluencia de gente, la pandemia llegó para agravar aún más el problema, ya que se redujo en 50 %, considerando que la mayoría llegaban los fines de semana. Debido a las restricciones, las recaudaciones cayeron aún más.
El director general de Carreteras de Cuota Puebla, Andrés Villaseñor Herrero, compareció el pasado 30 de junio ante la Comisión de Hacienda y Patrimonio Municipal y la de Transportes en el Congreso del Estado. En esta rendición de cuentas, el funcionario detalló las cifras de pérdidas que el Tren Turístico genera debido al bajo flujo de usuarios.
En promedio cada año el Tren Turístico requería por costos de operación un aproximado de 68.85 millones de pesos. Dicha cifra era variable y se destinaba para los mantenimientos mayores de las líneas ferroviarias, infraestructuras de comunicación y los trenes.
En sus cinco años de funciones, entre 2016 y 2021, se invirtieron 344’240,973.11 pesos. Frente a esto, ¿cuánto ingresó? De acuerdo con Andrés Villaseñor, en un lustro solo recaudó 4’933,855.15 pesos, equivalente al 1.4 %, teniendo su mejor año en 2018, donde acumuló 2.4 millones de pesos sin periodos de cortesía. Las pérdidas totales por los subsidios del estado ascienden a 339’307,117.96 pesos, el 98.6 % de lo invertido.
Para entender esto en el número de pasajeros que alguna vez lo abordaron, el número final hasta el 2021 fue de 533,252, un promedio de 106,650 pasajeros cada año. Los mejores momentos fueron en 2019, cuando viajaron 161,403 personas, aunque en ese periodo de tiempo hubo un periodo de uso gratuito para fomentar el uso entre los ciudadanos.
Para hacer un balance de cuánto se invertía por cada viaje, el estado ponía 28,686 pesos, de los que solo regresaban 72 como “ganancia”. Actualmente este transporte ha generado afectaciones a las cuentas del estado, que ascienden a 1,791 millones de pesos.
El 31 de diciembre del 2021, ya con tres gobernadores que desfilaron por Puebla, el Tren Turístico llevó a cabo su último viaje, esto por orden del entonces mandatario, Miguel Barbosa Huerta. Lo que está pasando es algo similar a lo sucedido con la Estrella de Puebla en varios sentidos, ya que hoy en día reactivarlo no es rentable para el estado o para el sector privado.
La inversión que se necesita para echarlo a andar nuevamente es de 5,500 millones de pesos. El actual gobernador, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, afirmó que desde su administración no se haría tal desembolso de las cuentas del erario público. De igual forma, señaló que trabajará con los diputados en el Congreso para abrir la posibilidad de una concesión a futuro, aunque no detalló de qué modo.
Por su parte, el titular de Carreteras de Cuota dijo, sin especificar, que en 2022 una cámara empresarial se acercó para revisar la posibilidad de retomar el proyecto mediante una concesión, pero tal negociación no tuvo avances y terminó por no concretarse. No hay propuestas formales o indicios de que este Tren Turístico pueda reanudar acciones este año, por lo que seguirá parado con una deuda multimillonaria para los poblanos.