Cuando una persona fallece hay muchas consideraciones que deben tomarse, aparte del duelo por el que se atraviesa, por los trámites y decisiones que se tienen que hacer posmortem. Entre estas está la elección de enterrar tradicionalmente al difunto o llevar sus restos a un crematorio. ¿Cómo saber cuál es la mejor opción?
La religión, cultura, tradiciones familiares, las repercusiones al medioambiente y, por supuesto, el costo, son las vertientes que más se contemplan al momento de elegir entre un entierro y la cremación. Ambas tienen beneficios, pero al final siempre será la petición íntima de una persona antes de su fallecimiento.
Por un lado, la cremación para muchas personas es la mejor opción, ya sea que se haga una velación previa en un espacio pagado o llevando directamente el cuerpo al horno. Es un proceso que se lleva a cabo en pocas horas, aproximadamente dos a cinco, y suele ser menos doloso que un entierro, pues no se ve completamente como sepultan el ataúd y tampoco requiere embalsamamiento.
Aunque hoy en día se ve como una opción relativamente nueva, en realidad se practica desde hace siglos en el hinduismo y en los funerales vikingos de las regiones nórdicas. Hay sectores que rehúsan a llevar los restos de su familiar a un crematorio debido a concepciones sobre su religión, pero en realidad la mayoría de los cultos, incluido el catolicismo, aceptan la cremación como una forma de disponer de un muerto y se incluye en las ceremonias.
En un momento de tanta dificultad para algunas personas el costo es un factor clave para decidir, ya que una cremación es más asequible que un entierro convencional. En algunas funerarias los paquetes de velación y cremación rondan en 7,000 pesos, unos más de 25,000, aunque en otros va a precios de hasta 70,000 pesos.
El costo será dependiendo de las amenidades que ofrece el lugar y los espacios que da para los restos, pero en términos reales solo una cremación puede costar de 2,728 pesos en el Panteón Municipal, o 5,000 pesos o más en sitios privados. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) puso a disposición desde 1974 el servicio funerario y de velación para los derechohabientes. Ahí las cremaciones pueden ir de 4,888 pesos para adultos, 3,120 para infantes o 2,650 para restos áridos.
El próximo gasto es considerablemente menor, ya que para disponer de las cenizas se puede optar por una urna. Estas, dependiendo del material con que estén hechas y el diseño, tienen precios que oscilan entre los 900 y los 3,000 pesos. Sin embargo, hay quienes prefieren guardarlas en nichos dentro de funerarias o iglesias. Esto supone un desembolso que ya se incluye en los paquetes más costosos de 70,000 pesos o más, al igual que la urna.
Otras personas consideran que lo mejor es soltar definitivamente y tirar las cenizas en bosques, lagos, ríos o simplemente en lugares especiales que hayan tenido significado para el difunto.
Una preocupación para algunas personas puede ser el uso de combustibles y la emisión de contaminantes que implica una cremación. Algo que hay que aclarar es que, tanto la cremación como el entierro tienen un impacto significativo en el medioambiente. De acuerdo a la información de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para convertir un cuerpo en cenizas se necesita quemar gas que arroja aproximadamente 400 kilos de dióxido de carbono a la atmósfera por cada cuerpo.
A esto se suma que en algunas culturas, como la hindú, esto se hace al aire libre, lo que exige quemar más combustibles que dañan el aire, los ríos y los bosques. Se han ideado sistemas como la “pira”, que funciona con placas metálicas y menos leña que una cremación convencional.
¿Qué hay de los entierros? Es una de las formas más comunes de despedir el cadáver de una persona, aunque también puede ser más costosa y contaminante. Un féretro costará acorde a lo que tenga y la calidad de la madera, aproximadamente 2,000 o más de 5,000 pesos.
Algunos paquetes de inhumación ya lo incluyen, al igual que un espacio dentro de un panteón, aunque con esto los precios se elevan a más de 30,000 pesos u otros que ascienden a 70,000 con el espacio de capillas para velación incluido, requiriendo depósitos anuales o mensuales por conceptos de mantenimiento y ocupación del espacio dentro del cementerio.
En la mayoría de estas ya se incluye el importe del embalsamamiento con sustancias químicas como barnices y resinas para conservar y preparar el cuerpo durante la velación, retrasando la descomposición y dándole otro aspecto.
Otras funerarias más baratas solamente dan el servicio de embalsamamiento y el ataúd con precios que no sobrepasan los 15,000 pesos, ideales para personas con menos recursos o que solo buscan esto para, posteriormente, velar a sus familiares en sus hogares.
En la doctrina católica el entierro es la forma más practicada y la que reúne a más adeptos en México, ya que todo el ritual de entierro y velación previa suponen la última oración en unión entre los vivos y el alma de un muerto. Asimismo, también significa que sigue habiendo una relación física con la cripta, pues se le puede visitar continuamente.
Otras religiones como la musulmana y la judía también la aceptan, aunque los significados son diferentes y sus métodos ceremoniales son diferentes y requieren máximo respeto y apego, algo que no siempre sucede en el catolicismo.
A pesar de que no implica quema o uso de combustibles, puede ser más dañina para el planeta, empezando por la cantidad de árboles que se necesitan para elaborar un ataúd. A esto se suma que para poner tantos cajones en un espacio se utiliza mucha tierra, además de los recursos como el cemento y metales que se utilizan para cubrir las cajas o hacer lápidas.
Como ya se dijo, el embalsamamiento conlleva que cada año se usen millones de litros de sustancias químicas. Cuando se entierra a una persona, a pesar de que su cuerpo quede varios metros debajo de la tierra, estas sustancias terminan por liberarse a la atmósfera, lo mismo que sucede con la ropa que se pone a los cadáveres que, al estar hecha de químicos, también se va al aire con la descomposición.
Al final la decisión le concierne a cada familia, y en algunos casos se toma considerando el último deseo de su fallecido o el proceso que le sea menos doloroso, pero hay que recordar que el mejor método es el que se adecúe a las necesidades y presupuesto de la gente.