Las adicciones comportamentales: un problema silencioso y desafiante

Las adicciones comportamentales: un problema silencioso y desafiante

Foto: Pixabay

En múltiples ocasiones se ha mencionado que hay un considerable número de sustancias y fármacos adictivos y perjudiciales para la salud. Constantemente se llevan a cabo campañas para prevenir el consumo de drogas ilegales, tabaco, alcohol y otras sustancias, pero se habla poco sobre otras prácticas que generan la misma adicción.

 

Las adicciones comportamentales se refieren a la dependencia de ciertas actividades que proporcionan placer o bienestar sin la necesidad de consumir sustancias, ya sean legales o ilegales. A pesar de que no implican el uso de drogas o químicos, no significa que no conlleven riesgos o afectaciones para la salud, el entorno social o el desarrollo personal.

 

Estos comportamientos se manifiestan de diversas formas, comenzando como algo casual o cotidiano, hasta convertirse en adicciones con inevitables consecuencias. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos una de cada cuatro personas en el mundo experimenta algún tipo de trastorno de este tipo.

 

Un ejemplo de ello es la ludopatía, que se caracteriza por la angustia y la necesidad compulsiva de apostar continuamente, sin importar las pérdidas económicas significativas. Los ludópatas no prestan atención a la cantidad de dinero que han perdido, ya que siempre tienen la creencia de que podrán recuperarse, aunque esto no sea cierto.

 

En el trasfondo subyace el deseo y la satisfacción constante de querer más, incluso en situaciones de déficit real. Solo se necesita una pequeña ganancia para seguir apostando sin control, lo que indica la pérdida de dominio sobre la situación.

 

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Los ludópatas llegan a arriesgar objetos y posesiones de gran valor, comprometiendo su situación financiera y, en última instancia, afectando sus relaciones de pareja, amistades y distanciándose de la familia. Además, experimentan un aumento del estrés, insomnio, fatiga crónica, depresión y recurren a drogas para aliviar estos sentimientos.

 

En la actualidad, otra adicción se relaciona con el uso excesivo de internet, lo cual implica estar constantemente pendiente del teléfono móvil, la computadora o las redes sociales. Una empresa de seguridad cibernética indica que, en promedio, los mexicanos pasamos 89 horas a la semana conectados a algún sitio, lo que equivale a 193 días al año.

 

Dejar esta adicción no resulta sencillo, ya que prácticamente todo en el entorno digital se basa en recompensas y satisfacción inmediata, como los "likes" en las redes sociales, videos muy cortos y altamente estimulantes, o el consumo excesivo de pornografía, lo cual aumenta los niveles de dopamina en el cerebro.

 

Naturalmente, existen efectos negativos, como el daño ocular debido al tiempo prolongado frente a una pantalla. Además, los contenidos cada vez más breves y fáciles de consumir contribuyen a la disminución de nuestra capacidad de concentración. Las redes sociales, al centrarse en las apariencias, pueden generar depresión en quienes pasan horas observando las actividades de otras personas y comparándolas con su propia vida.

 

Relacionado con esto se encuentra la adicción a los videojuegos, que está captando cada vez más la atención de los jóvenes. Debido a la proliferación de los juegos en línea y la influencia de los creadores de contenido basado en este entretenimiento, cada vez hay más personas inmersas en este mundo.

 

De acuerdo con una encuesta del sitio “Statista”, en México el 38 % de la población pasa de una a cinco horas a la semana jugando videojuegos, mientras que el 3 % pasan más de 20 horas sentados frente al televisor u ordenador.

 

Esta adicción tampoco está exenta de consecuencias, ya que afecta la vida de las personas, haciendo que descuiden sus responsabilidades, su salud y su higiene. También provoca problemas de sueño y los aleja del contacto con otras personas fuera del mundo virtual del juego, lo que afecta su desarrollo social, especialmente en el caso de los jóvenes.

 

 

Aunque para muchos pudiera ser una situación menor, la adicción al sexo también tiene efectos alarmantes para quienes la padecen. Se puede dar cuenta de que alguien es adicto cuando se es víctima constantemente de la mente y los pensamientos asociados a esta práctica.

 

Los adictos dejan de controlar sus ideas y recaen siempre en sus fantasías, deseos, nuevas formas de encontrar más placer y se empeñan en tener más y más encuentros sexuales. Incluso si ya se tuvo, no hay satisfacción plena, pues siempre se quiere más y se recurre a la contratación de servicios o la masturbación compulsiva.

 

A largo plazo, esta conducta conlleva sentimientos de culpa, depresión por no poder alcanzar mayor placer, baja autoestima cuando no se consigue tener relaciones sexuales, ansiedad y, en los peores casos, incluso intentos de suicidio.

 

Estas adicciones representan un desafío, ya que no se abordan de la misma manera que las adicciones a las sustancias, donde se priva al individuo del consumo de una sustancia específica. En cambio, la persona debe aprender a controlar sus impulsos en una sociedad donde constantemente se encuentran incentivos y estímulos para estas adicciones.

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