Celiaquía, inusual enfermedad con una estrecha relación con el gluten

Celiaquía, inusual enfermedad con una estrecha relación con el gluten

Las dietas sin gluten han tomado popularidad en los últimos años, estas modificaciones en los hábitos de consumo son el principal tratamiento para la celiaquía, un padecimiento que afecta al 0.9 % de los mexicanos y a 1 de cada 10 personas a nivel mundial, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de Gastroenterología.

 

Aunque este tipo de dietas han sido vinculadas con una “vida saludable”, lo cierto es que no hay investigación científica que garantice estas afirmaciones, por otro lado, sí se pueden obtener beneficios en caso de padecer celiaquía o sensibilidad al gluten.

 

Esta es una proteína que se encuentra en la mayoría de los alimentos que consumimos, aunque hay excepciones como en las verduras, frutas, carne, pescado, huevos leche y lácteos, pues estos productos de forma natural están libres de gluten.

 

 

Sin embargo, algunas personas con afección celíaca no pueden comer gluten porque este desencadena una respuesta inmunitaria en el cuerpo que daña el recubrimiento del tracto gastrointestinal.

 

Esto provoca que su cuerpo ataque al intestino delgado, dichos ataques conducen a daños en las vellosidades intestinales, que son pequeñas proyecciones en forma de dedos que recubren el intestino y promueven la absorción de nutrientes.

 

Cuando las vellosidades se dañan, los nutrientes no se pueden absorber adecuadamente en el cuerpo, produciendo hinchazón, estreñimiento y diarrea. Las personas con enfermedad celíaca tienen un riesgo dos veces mayor de desarrollar afecciones arteriales coronarias y un riesgo cuatro veces mayor de desarrollar cánceres de intestino delgado.

 

Aquellos individuos con sensibilidad e intolerancia al gluten, no necesariamente padecen celiaquía, pero sí pueden mostrar algunos de los síntomas mencionados, además de sufrir pérdida de peso, desnutrición y falta de vitaminas, aunque no hay daño intestinal.

 

 

Este padecimiento se puede presentar a cualquier edad y esta mayormente vinculado a una enfermedad hereditaria, que también puede desencadenar otros trastornos autoinmunes como la diabetes tipo I, la esclerosis múltiple, anemia, hepatitis autoinmune, enfermedades toroidales, enfermedades del hígado y otras afecciones, incluida la dermatitis herpetiforme (erupción en la piel con picazón), osteoporosis, infertilidad y aborto espontáneo; así como afecciones neurológicas como epilepsia y migrañas.

 

Los síntomas más comunes para detectar este padecimiento son:

 

Inflamación y dolor abdominal

Diarrea crónica

Vómitos

Estreñimiento

Deficiencia de hierro

Anemia

Pérdida de peso

Fatiga

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