Cada año, las principales salas de cine de las grandes cadenas de México se llenan de producciones extranjeras, específicamente de cintas estadounidenses. Entre estas figuran las películas de terror de todos los temas posibles, algunas con mejores críticas que otras, pero siempre levantando la expectativa. En este sentido, México también ha hecho grandes películas de terror, aunque no sean tan conocidas.
Lo más nuevo desde el extranjero son las cintas “Evil dead” y “El exorcista del papa”, que están presentes en todo el país, pese a no tener buenas críticas. Aunque no siempre son tan reconocidas, existe un gran repertorio de películas mexicanas que ha abordado el horror desde diferentes miradas con grandes resultados.
A la mayoría de las personas les gustan las obras más célebres como el “El exorcista” (1973), “El resplandor” (1980), “El bebé de Rosemary” (1968) y “Psicosis” (1960), pero en la escena nacional hay grandes opciones para los amantes del terror y el misterio.
Una de ellas tiene un nombre bastante singular, se trata de “Veneno para las hadas” de 1986, a cargo del director Carlos Enrique Taboada, quien ha dirigido otras películas del género. La historia se centra en Verónica, una niña que perdió a sus padres en un accidente y ahora vive con su abuela y una niñera que tiene creencias esotéricas que llamarán la atención de la menor.
Junto a Verónica estará una niña nueva de la escuela, Flavia, parte de una familia acaudalada y quien no se relaciona muy bien con la gente. Verónica, que ve con recelo su vida y el amor de sus padres, se presenta con Flavia como una bruja, quien responde con escepticismo. Lo que empezó como un juego entre niñas se convierte en un lazo marcado por supuestos encantamientos que terminan con la vida de una maestra, por lo que Flavia verdaderamente cree en los poderes mágicos de Verónica y se vuelve servil ante ella.
Enrique Taboada se distinguió como uno de los mejores directores mexicanos del siglo XX, realizando otras películas de terror como “Hasta el viento tiene miedo” (1968). Dentro de un internado cuyo fin es enseñar modales a mujeres jóvenes, Claudia despierta una noche, aterrada por escuchar el susurro de su nombre. A raíz de este suceso empieza a sufrir ataques nerviosos.
Claudia, junto a un grupo de amigas pasan por alto las reglas e irrumpen en una torre abandonada, cuyo paso está restringido para las alumnas, pues se dice que hace años una estudiante se quitó la vida ahí. Las internas se dan cuenta de que existe el fantasma de Andrés, la joven que está en búsqueda de venganza por su muerte, algo que empieza a relacionarse con la directora del instituto, Bernarda.
El tópico de las brujas es uno de los recursos que más se usan en las producciones nacionales, y una que lo aborda es “El espejo de la bruja” (1962), del director Chano Urueta. Sara, bruja ama de llaves que busca proteger a Elena, lanza un encantamiento sobre un espejo con el fin de que su esposo, Eduardo, no la alcance.
El hechizo no da resultado y Elena termina asesinada a manos de Eduardo por envenenamiento. Después de eso, Sara se decide a vengarse con una serie de conjuros y el tormento sobre la nueva pareja, Deborah, quien sufre quemaduras que terminan deformándole el rostro por completo. En su intento por revertir la situación, Eduardo profana las tumbas de las mujeres jóvenes para hacer injertos a Deborah, pero no cuenta con que el espíritu de Elena se hará presente para completar su venganza.
Una vez más Enrique Taboada entregó otra cinta que maravilló, “El libro de piedra” (1969) es la historia de una familia adinerada que decide cambiar su residencia, pasando de la ciudad a una mansión en una zona más apartada. Con el paso de los días la hija, Silvia, empieza a denostar un comportamiento anormal y pasa el tiempo jugando con su amigo imaginario, Hugo, que también es una figura de piedra en el domicilio.
Para averiguar qué tiene la niña y cómo pueden revertir su conducta, los padres contratan a Julia, una maestra que se da cuenta que la obsesión de la niña con la escultura en realidad representa un peligro para todos en la casa.
El buen terror mexicano no fue hecho solamente en el siglo pasado, ya que se han realizado películas emblemáticas en las últimas décadas. Una de ellas es “Kilómetro 31” (2006), de Rigoberto Castañeda. En medio de una carretera poco transitada, Ágata conduce y, aparentemente, atropella a un niño que atraviesa la vialidad en el km 31. Cuando se baja a tratar de auxiliar se da cuenta de que ahí no hay nadie y es atropellada por otro vehículo.
Ella tiene una gemela, Catalina, quien siente lo que le ocurre a su hermana y decide averiguar cómo fue el accidente de su hermana. A medida que va indagando, se da cuenta de que los sucesos tienen un fondo sobrenatural que pone en riesgo la vida de ambas.
Como parte de sus vacaciones, Beth y Francis, una pareja de extranjeros, deciden pasar días en una playa mexicana antes del nacimiento de su hijo. Esta es la premisa de “Juego de niños” (2012), una película en la que el cineasta Makinov muestra un lugar paradisíaco donde siempre se ven niños sin supervisión. Al principio esto no es algo relevante, pero conforme avanza el tiempo, el matrimonio sospecha del exceso de menores en las calles y pocos adultos.
Cuando intentan averiguar el porqué del asunto, se llevan la sorpresa de ver que los niños aterran la isla sin mayor oposición, pues nadie se atreve a tocarlos. El clímax de la película llega cuando Beth y Francis intentan salir de la isla, pues se darán cuenta de que los niños están dispuestos a terminar con ellos.
Todos conocemos a Guillermo del Toro por su fama en Hollywood con películas como “La forma del agua” o la más reciente, “Pinocchio”. Antes de eso, aún en México estrenó “Cronos” (1993), cinta que cuenta que un comerciante de antigüedades, Jesús Gris, recibe un artículo que data del siglo XVI y tiene el poder de dar vida eterna. El anciano se vuelve inmortal, pero a cambio desarrolla una serie de transformaciones en su cuerpo y sed de sangre.
A esto se suma que un empresario enfermo de cáncer busca el amuleto para curar sus males y seguir con vida. Pero uno de sus familiares se interpondrá, pues lo quiere muerto para tomar control de sus bienes, por lo que empezará una disputa por quien no quiere cederlo y quien lo necesita