Las películas que cuentan con animales como protagonistas normalmente terminan cayendo muy bien entre el grueso de los espectadores, aunque, en ocasiones, no son del agrado de la crítica por que suelen dirigirse a público infantil o simplemente no tienen hechura muy detallada. “EO” (Jerzy Skolimowski, 2022) es la excepción a la norma, ya que esta producción polaca incluso logró la nominación al Oscar como mejor película extranjera.
En particular, la historia se cierne en torno la vida de un burro contada desde su perspectiva, es decir, la cámara enseña lo que ve el animal a través de sus ojos. Al mismo tiempo, se exhiben las vivencias de las personas que lo rodean y quienes se separan de él a lo largo de su viaje.
EO era un burro de circo, pero debido a la prohibición del uso de animales para espectáculos, sus cuidadores se ven obligados a entregarlo a un destino incierto que no les consta dé mejores condiciones de las que ellos ya le ofrecen.
Aunque su cometido en el circo era trabajar como parte de los shows, fuera de ahí su vida no mejora en nada, toda vez que ahora le toca desempeñar como animal de carga o se enfrenta a la soledad de perderse en los bosques o las calles. Los males para EO no terminan ahí, puesto que también debe prevalecer a los tratos de otros humanos que, ni de cerca, le tienen las mismas consideraciones que sus cuidadores circenses.
Al tratarse de un burro, ¿por qué tener los mismos cuidados o cariño que se le tendría a un perro de albergue o callejero? Esta distinción es la constante en la película, pues los humanos en su mayoría no ven en él más que un animal de servicio sin mayor raciocinio, como se cree de todo burro. A lo largo de todo el largometraje vemos como pasa de unos dueños a otros, con el patrón de que nunca deja de ser un animal tonto.
El distintivo de la película está en que no muestra a una criatura que sale de los problemas con el amor de sus amos, ni es un personaje carismático como los que acostumbra el recurso de los animales, comúnmente con perros; en cambio muestra la maldad de la que somos capaces los seres humanos y las decisiones que tomamos sin preocupaciones, siempre con otros pagando las consecuencias.
EO no habla, no se mueve al estilo de los humanos, no se comunica con otros burros o caballos, ni escuchamos sus pensamientos, no es necesario, el director prefiere mostrar sus expresiones en situaciones de menosprecio para transmitir la emoción que no creeríamos propia de una especie así, acompañado de la música que refuerza esos sentimientos.
Hay una escena tan peculiar como emotiva, aquella en la que es transportado a un rancho mientras ve a los caballos corriendo en libertad, en contraste con su posición de encierro y resignación.
Probablemente, “EO” no resulte la gran galardonada por la Academia, pero sí es una cinta que da vida a nuevas formas de contar historias que muestran de cuerpo completo a la humanidad y su desprecio por aquellos animales a los que ha elegido no querer. Ya está disponible en algunas salas de cine de Puebla.