El Wi-Fi, celulares, consolas de videojuegos, las redes sociales, las pantallas LED y OLED, son algunos ejemplos de la tecnología desarrollada en los últimos años que ha dejado obsoletos a varios objetos que hace solo una década podían verse por todos lados.
Un claro ejemplo lo encontramos con Blockbuster, la cadena de alquiler de películas más popular con presencia en gran parte del mundo; vio su época dorada en los 80 y principios de los 90, pero fue la entrada del nuevo milenio lo que terminó sepultando al gigante.
Uno de los fundadores de Netflix, Marc Randolph, explica en el libro “That Will Never Work: The Birth of Netflix and the Amazing Life of an-Idea” que Blockbuster rechazó una oferta de alianza dando lugar al servicio que lo reemplazaría definitivamente: la renta por streaming.
Otra víctima de la gigante N fueron los CDs, que parecían sobrevivir a las exigencias de la sociedad al presentar el formato blue-ray. Sin embargo, internet facilitó la obtención tanto de video como de audio en diferentes escalas y formato de calidad sin necesidad de un dispositivo externo más allá del hardware.
Un camino similar tomaron los carretes o rollos de fotografía que ahora, descontinuados por grandes empresas como Kodak, han pasado a ser escasos. En su momento fueron reemplazados por la fotografía instantánea de cartucho con marcas Polaroid y, aunque han tenido un repunte de popularidad, también terminaron siendo reemplazados por la fotografía digital.
Otro ejemplo de objetos que han perecido de nuestra cotidianidad son las cabinas telefónicas. La primera cabina en el mundo fue instalada en 1889 y durante todo el siglo pasado abarrotaron las esquinas de cualquier ciudad, condado o barrio que tuviera una conexión por cable.
En lugares como México pasaron a ser parte representativa de paisaje, así como un referente cultural que están presentes en múltiples galerías de arte o fotografías, pero esa popularidad quedo atrás y hoy en día un teléfono celular nos ofrece el mismo servicio y mucho más.