El 21 de julio se celebraron en México los cien años de la llegada de la poeta y maestra chilena Gabriela Mistral. Un ser singular no solo por su obra que ratificó el latinoamericanismo acendrado en su origen, su historia y sus luchas, sino por su gran obra poética que le confirió el premio Nobel en 1945. Es coincidente por desgracia que en esa fecha de plenitud, un caso triste se diera poco después: el alevoso asesinato de la joven Luz Raquel Padilla Gutiérrez, por desalmados asesinos que la quemaron, cuando ella era, como su nombre, la luz de un hijo autista por el que luchaba y daba fe de su interés en personas que tenían la misma discapacidad. Este hecho ocurrió en Zapopan, Jalisco, donde ella vivía, en medio del desamparo institucional del gobierno estatal y local y estimulado por vecinos y seres insensibles que la amenazaban porque su niño, un desvalido, solía dar gritos estentóreos cuando los ataques le daban. Un caso que ha causado gran indignación.
¿Qué hubiera pensado Gabriela Mistral ante la crueldad contra luz?
Lucila Godoy, como realmente se llamaba Gabriela Mistral, nació en Monte Grande, paradójicamente una aldea pequeña cercana a Vicuña, capital de Elqui, en Chile. Corría abril, de 1889. Su vida se inició en medio de la inmadurez como señalan algunos biógrafos para ir acumulando en sus pasos por esa vida, la poesía que se desparramaba en miles de formas y que fue la que le dio el Premio Nobel. Pero ella era muchas cosas más: una gran defensora de las mujeres, cantora de ellas mismas, amante de ellas mismas, porque sus amantes eran mujeres, pero sobre todo aparte de la poesía, una gran maestra. En esa defensa y en la alusión que hace en su poema Canción por las muchachas muertas, el alevoso crimen de Luz, de parte de tres hombres y una mujer que compartió con ellos la destrucción de una de su género, Gabriela, tal como era, hubiera expresado un gran dolor y su indignación. Quizá el hijo de Luz ahora en la orfandad, hubiera tenido de la chilena un apoyo como lo hizo con otros niños y mujeres. Y en medio del apoyo hubiera lanzado uno de sus poemas, como los muchos que escribió para niños mexicanos a los que acompañó en su estancia en México con temas y propuestas didácticas, desde la Secretaría de Educación como la maestra que era.
Que el recuerdo de Gabriela Mistral impulse justicia para Luz Raquel
Gabriela Mistral murió en 1957 en Nueva York, después de haber escrito alrededor de 90 libros. Para sus críticos su obra central es Tala (Sibilina 2010, Sevilla ) que publicó en Buenos Aires en 1938. Es una obra muy amplia y plural que aborda los más diversos temas, desde la muerte de su madre, la resurrección, los elementos, las criaturas, la geografía y más. Aparte de las muchas ediciones de su obra y análisis críticos, la UNAM le dedicó uno de sus materiales de lectura, el número 65, allá a fines de los setenta. En ese compendio recoge poemas de varios de sus libros y la recopiladora Carmen Alardin, hace hincapié en esa duplicidad que tenía la poeta y que ella expresa en su poema La otra, cuando proclama la forma como destruyó a aquella otra parte de su ser y quedó con esa muerte más desprotegida. Quizá sería una alusión futura a la muerte de alguien que cercenan en plena juventud, como sucedió con Luz Raquel. Aquí, la introducción y cuartetas de La Otra:
Una en mi maté:
yo no la amaba.
Era la flor llameando
del cactus de montaña;
era aridez y fuego;
nunca se refrescaba.
La dejé que muriese,
robándole mi entraña.
Se acabó como el águila
que no es alimentada.
Por ella todavía
me gimen sus hermanas,
y las gredas de fuego
al pasar me desgarran.