A un mes del asesinato de los sacerdotes Javier Campos (78 años) y Joaquín Mora (81), y de dos laicos atacados por delincuentes en el templo católico de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua (noroeste), la Compañía de Jesús en México sigue exigiendo justicia, dice un pronunciamiento publicado este miércoles por la congregación a la que pertenecían las víctimas.
"Estamos convencidos de que si prevalece -como hasta ahora- la impunidad, no será posible avanzar hacia la reconciliación y la paz", dice el comunicado de la comunidad religiosa.
El texto reseña que durante este mes los jesuitas han manifestado a las autoridades de los diferentes niveles de Gobierno que "para la Compañía de Jesús es prioritario que se garanticen los derechos de las comunidades rarámuri".
Los jesuitas plantean que no debe ser coyuntural la atención generada por esta tragedia perpetrada en la región montañosa habitada por empobrecidas comunidades indígenas de esa etnia, y que "se deben revertir las causas estructurales de la violencia en la Sierra Tarahumara, que prevalecen desde hace décadas".
Los dos sacerdotes jesuitas que vivieron durante décadas en la remota zona indígena fueron asesinados por delincuentes al mando del jefe de un grupo criminal, José Noriel Portillo, apodado "El Chueco", quien continúa prófugo hasta la fecha, aunque las autoridades han detenido a 12 sospechosos que habrían ayudado al asesino a lanzar los cuerpos a una barranca.
AUSENCIA DE ESTADO
La sierra tarahumara, como muchas otras regiones del país, enfrenta "condiciones de violencia y olvido que no han sido revertidas", y que reflejan lo que los jesuitas llaman "ausencia de Estado".
"Dada la ausencia de Estado en la región, es indispensable que continúen presentes de forma provisional las fuerzas federales, con los protocolos adecuados para interactuar con culturas indígenas y asegurando el respeto irrestricto de los derechos humanos, hasta que se reconstruyan las condiciones de paz en las comunidades de la Tarahumara", prosigue el documento.
La congregación a la que pertenece el papa Francisco reseña que todos los días hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la vida.
"El intempestivo asesinato de nuestros hermanos jesuitas nos remite a la vivencia de tantas víctimas de la violencia que siguen esperando justicia y verdad en nuestro México adolorido", afirma la denuncia.
El recuento recuerda a las familias de personas desaparecidas, a las víctimas de feminicidios, a los migrantes que no volvieron a casa, a los periodistas que perdieron la vida ejerciendo su labor, a las personas desplazadas por la violencia, y "a tantas y tantos que también esperan una justicia que no llega".
Finalmente la cúpula de la Compañía de Jesús plantea que ahora más que nunca es indispensable "caminar en conjunto con diálogo, con responsabilidad, con propuestas y con esperanza, privilegiando la atención de preferencial a los más pobres".
Reiteran el llamado que han hecho a abrir espacios de diálogo "para revisar la actual política de seguridad", denominada por el Gobierno de "abrazos, no balazos".