Han pasado 3 años desde que la injusticia llegó a la BUAP y el equipo licántropo tuvo que emigrar a la frontera para adoptar el verde en su indumentaria y ser llamado Bravos de Juárez, esto tras un sin fin de irregularidades que involucraron a los entonces administradores y hasta la propia Federación Mexicana de Futbol.
Lo ocurrido en la máxima casa de estudios en Puebla es una prueba a los ojos de todos sobre el poder que puede tener la autoridad del balompié en México, siendo capaz de salirse con la suya y salir limpio, aun cuando existe evidencia clara que lo comprometió seriamente.
Ante los hechos, los menos culpables son los aficionados tanto de Bravos de Juárez que se vieron beneficiados con el ingreso de su equipo al máximo circuito, así como todos los que apoyaban a los de la BUAP, quienes sufrieron al ver cómo su institución cambiaba de plaza.
Si los seguidores en la Angelópolis habían ya padecido por el primer descenso del equipo, la desaprobación de la Federación por el pago de los 120 millones de pesos para continuar en primera y su salida a Juárez, todavía tuvieron que aguantar una decepción más con la falsa ilusión creada ante su llegada a la Liga de Balompié Mexicano.
Este cúmulo de malos ratos hicieron que el entorno llamado Lobos BUAP se disolverá en el futbol, quedando este club casi en el olvido pues su retorno a las canchas luce complicado. Ahora, las instalaciones de la universidad son recordadas por el fracaso del equipo de americano, Artilleros 5 de Mayo, y recientemente por servir algunos campos de entrenamiento como la nueva casa del que un día fue su odiado rival, el Club Puebla.