“No hay peor ciego que el que no quiere ver” dice el refrán.
Como sociedad caímos en el abismo de la indiferencia, de la injusticia y de la impunidad.
La realidad nos rebasó.
Pero las preguntas surgen de la indignación, del dolor y de la incertidumbre.
¿Es incapacidad o indiferencia?
¿Los están sobrepasando aquellos grupos que se dedican a violentarnos y matarnos?
¿Es un fenómeno que no encontrará solución?
El caso de Sandra Elizabeth Pérez Portillo retrata una realidad que pareciera surgir de una película de terror y drama.
Una joven que decidió dedicarse a la medicina con la convicción de ayudar a los demás.
Unos maleantes la secuestraron mientras ella se dirigía a su trabajo para asesinarla.
Una autoridad que a pesar de detener a seis de los probables responsables, no logró que estos confesaran su paradero.
Unos padres que vivieron un mes y dos días de agonía por no saber dónde estaba su hija.
Un padre a que le devuelven a su hija muerta y solo puede consolarse diciendo “mi princesa ya está en casa”.
Y una sociedad que nos rehusamos a normalizar esta terrible realidad.
La violencia terminará en el momento en que asumamos y reconozcamos que existe un problema, porque si la autoridad sigue calculando el costo político por encima del drama que representa para las familias el seguir perdiendo a sus mujeres, la violencia seguirá penetrando entre el tejido social.
Lo que le ocurrió a Sandra es el drama que enfrentan muchísimas familias todos los días.
Como lo dijo el padre de Sandra, ella ya está en casa, aunque sea solo un cuerpo inerte, pero no podemos dejar de ver el calvario que muchas familias viven cuando el cuerpo de sus hijas, esposas, madres, hermanas, amigas, simplemente no aparece.
A problemas comunes, soluciones diferentes. Es lo que debe venir.
El discurso, las condolencias y los “compromisos ya vimos que no resuelven las cosas.
Estamos cansadas, pero no vencidas.
rgolmedo51@gmail.com
@rgolmedo
Palabra de Mujer Atlixco
rociogarciaolmedo.com