El libro sigue aquí y seguirá per sécula si lo defendemos. Es un personaje mimético que se disfraza y se presenta ante nosotros en las muchas formas que la expresión humana lo quiera. Y la tecnología lo adopte. En México subyace concreto no solo con los pocos ejemplares incunables que se lograron conservar frente a los miles y miles que tienen otros confines. Y está presente en voz, en sonidos diversos, en cartas, en canciones, en las muchas formas de esa expresión humana, porque el libro no es solo un contexto material específico. Es el conocimiento en sí mismo que podemos transmitir de las maneras más diversas. Decir que fue papiro, madera, trozo de árbol, plástico, pantalla de computadora y miles de cosas más, es empobrecer su vida. El libro lo es todo y se arrulla en los orígenes de la vida, para humanizarnos. Y ante esa exigencia permanente solo nos queda responder leyendo. De la mejor forma que podamos.
De los incunables, a los miles y miles que se regalarán en su día
La historia de los libros incunables crea una leyenda que muchos aprovechan en estos tiempos. Un incunable vale oro y suelen conservarlo las más portentosas bibliotecas del mundo. Imagínense tener la Biblia Gutemberg que ahora cuesta 65 millones de euros o todos esos 18 mil 500 que tiene la biblioteca de Baviera y el libro de los Salmos que vendió la Solthelby en más de 14 millones de dólares. Los incunables se fijan entre las fechas de 1453 cuando don Johannes Gutemberg inventó los tipos y se lanzó la primera la imprenta, hasta 1500. Pero nuestros ancestros que pese a sus grandes culturas tenían otros tipos de expresión bibliófica, consideran los incunables desde la fecha de la invasión y todavía escalan hasta mediados del siglo XVI, ya que la imprenta llegó a América, a México en primer lugar, en 1534. Las fechas a veces difieren, pero de los muchos libros que se imprimieron en nuestro país, que desde luego algunos fueron saqueados o destruidos por la nefasta Inquisición, quedan por ahí a grandes rasgos los pocos mencionados a continuación en las siguientes bibliotecas: en la Nacional de México 169, en la de Francisco de Burgoa de Oaxaca 12, en la Palafoxiana de Puebla 9, en la Cervantina del Instituto Tecnológico de Monterrey 7, en la José Vasconcelos 5, en la de la Universidad de Guadalajara 4, en la Michoacana de San Nicolás 7 y unos cuantos más. Imagínense a los miles ya mencionados en el mundo, como los de la Británica de Londres que tiene 12 mil 500 ejemplares, la Nacional de Rusia con 7 mil que esperamos no los quieran desaparecer los ultraderechistas de ahora, y hasta la Vaticana que tiene la riqueza de 8 mil 900 incunables, entre ellos las muchas biblias que se imprimieron en aquellas épocas.
Hasta el libro más humilde enseña. Leamos en el libro de la vida
El DÍA MUNDIAL DEL LIBRO se celebra en recuerdo de los dos grandes ingenios de la humanidad, don Miguel de Cervantes Saavedra y don William Shakespeare. No se han precisado plenamente las fechas de sus nacimientos y muertes aunque la del 23 de abril, es ya universal en su recuerdo. En México se han organizado todo tipo de eventos de conmemoración y festejo y la jefatura de la Ciudad de México donará 10 mil libros de contenido infantil a quienes asistan a la puerta de los Leones en el Bosque de Chapultepec en el curso de la mañana y de la tarde. Yo, profana, recordaré al gran José Ángel Espinosa Ferrusquilla y una parte de
El libro de los dioses
En el libro los dioses escribieron,
las cosas buenas y las malas que vendrán,
destino por nombre le pusieron
y es la ley del más allá.
Yo quisiera borrar del viejo libro,
las cosas malas que hay escritas para ti,
y las buenas aumentar con las que haya para mí,
como prueba del perdón que sin pensar
y sin sentir te di