Luego de que el 18 de diciembre de 1895, el mundo fue testigo del nacimiento del cine hijo directo de los hermanos Luis y August Lumiere, la onda expansiva propiciada por su fantástico invento colisionó en diversas latitudes, recibiendo múltiples funciones, no solo el entretenimiento, también el control ideológico a través de mensajes de índole político militar.
En tal caso, los más adelantados a su época fueron los Estados Unidos, Rusia y Alemania, países donde el cinematógrafo permitió propagar la doctrina política del momento, a través de una herramienta que no exigía a los aprendices saber leer ni ser aficionados a la educación, por el contrario, los instruía recreándolos con historias que le llenaban el corazón, argumentos que usaban a los superhéroes de la época, es decir a los soldados, a la milicia de la región.
El cine soviético, atendió los dictados de la Revolución Bolchevique, transformó las conciencias de los rusos convirtiéndose en un instrumento de control político-ideológico, que además se convertía en una bandera de ataque cuando lo requerían los líderes del conflicto armado. Se trataba de una sociedad compleja y como dice Nelly Prigorian, “¿Qué otro medio de comunicación podía llegar de forma masiva a una población que en su 60% era analfabeta, pero que era de vital importancia ganársela para la Revolución?”.
“Es indudable que el Cine Soviético de los años 30 rebasó cualquier expectativa leninista, convirtiéndose de mera propaganda en arte, pero nunca se distanció del fin último que desde el principio se le ha otorgado en Rusia Soviética” (Prigorian, 2008), el proletariado debe encontrar en el arte la expresión del nuevo punto de vista espiritual que comienza a ser formulado en su propio seno y al que el arte debe ayudar a darle forma.
Serguéi M. Eisenstein fue una figura relevante, procedente de las artes escénicas desde las que dará el salto al mundo del celuloide buscando nuevos caminos expresivos para incorporar la realidad al arte. Su film “El acorazado Potemkin” (1925), inaugura el estudio formal de la propaganda política en el mundo del cine.
Este discurso operativo de tan perfecta aplicación a través del cine, también se utilizó en los primeros años del séptimo arte estadounidense, de manos del gran director David W. Griffith, quien dejó el magnánimo legado metrajista llamado “El nacimiento de una nación” (The Birth of a Nation) en 1915, cinta que pone el orgullo de los ganadores de la Guerra civil muy en alto, legitimando por medio del largometraje los logros de la batalla, sin destacar la imagen de personajes, más bien poniendo énfasis en las expectativas, aunque es justo decirlo, del tipo doblemoralista, dando valores supremos a sus creencias del Ku Klux Klan.
Griffith se valió de elementos del lenguaje cinematográfico -que por cierto inventó- para explotar las emociones, “crea el suspenso por medio de un montaje cada vez más rápido entre la imagen de un personaje en peligro y la del salvador que acude en su ayuda” (Narváez, 2010), con esto consigue hacer propaganda política de los valores que querían establecer en aquellos años en la sociedad estadounidense.
Así pues, Griffith deja como legado este portento de largometraje, que retrata la historia de la Guerra Civil estadounidense, si bien desde una óptica diferente, donde se denigra a la raza afroamericana, su narrativa concentra por primera vez en la historia, el lenguaje cinematográfico como lo conocemos hoy en día, en un solo filme.
Finalmente, el cine alemán fue otra de las industrias del séptimo arte precursoras del manejo de la propaganda política en sus películas, transformando el entorno desde la estructura política, para generar organismos gubernamentales que les permitieran el trabajo serio y formal en la materia, para convencer a la población de la legitimidad y necesidad de la guerra que estaban desatando.
La creación del Ministerio de Información y Propaganda de Alemania, por instrucciones de Adolf Hitler, poniendo al frente de este organismo a Joseth Goebbels, fue un parteaguas en la censura y producción de cine propagandístico, lo cual le permitió imprimir en los soldados que participarían en la Segunda Guerra Mundial, el sentido de nacionalismo que permitía entregar sus vidas por defender al Führer y a su país del enemigo al que enfrentaban.
Durante toda la guerra, el organismo creado por Hitler produjo filmes para mantener a los soldados concentrados en que lo más importante eran él y su patria, incluso pretendieron ganar la contienda bélica con un filme llamado “Kolberg” (1945), que según Goebbels daría el empuje ideológico a los soldados para salir victoriosos en la última batalla.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico trejohector@gmail.com o sígame en mis redes sociales “Cinematografo04” en Facebook y Spotify, así como “Cinematgrafo04” (sin la “ó”) en Twitter.