Aquel placer bucólico que se convertía en poesía en la voz del rey poeta Nezahualcóyotl, se volcaba en la vida, las flores y las aves, como una alusión al gran lago. La poesía y el agua celebrados a la vez en la Declaración del Lago de Texcoco como área natural protegida, puede retrotraer a aquel pasado, cuando la naturaleza se erguía sobre los intereses económicos. Catorce mil hectáreas tendrán esa protección y quizá, la gran ciudad y sus pueblos aledaños tendrán lo que muchos países en el mundo tienen: un lago, un remanso natural, una reconquista de lo que fue destruido. Texcoco, Atenco, Chimalhuacán, Nezahualcóyotl, Ecatepec y once núcleos agrarios serán los más beneficiados de este remanso que recogerá la lucha que por años dio el Frente en Defensa de los Pueblos de la Tierra. Se hará realidad aquel deseo del rey poeta que gobernó Texcoco por la década de los 1430, con gran sabiduría y justicia según los anales.
Por fin lo comprende mi corazón.
Escucho un canto,
contemplo una flor,
¡Ojalá no se marchite!
Se recupera riqueza natural mientras algunos vociferan
El contrasentido que en México entubó ríos, como los que pasan por la Ciudad de México, contaminó otros, disecó lagunas y lagos y está destruyendo bosques, tuvo respuestas diferentes hace mucho y tiene en las grandes ciudades senderos de agua por las que pasan los ríos Danubio, Volga, Rin, Támesis, Sena, entre otros, y áreas verdes en las zonas montañosas y bosques que dan respiración a las ciudades. Parte de esa destrucción en este país deshumanizó los entornos y lo vemos ahora con las enormes torres, centenares que pululan las zonas y que en la Ciudad de México configuran el paisaje. La visión del Popocatépetl, del Iztaccíhuatl y del Ajusco se redujo a las enormes estampas de torres con pequeñas ventanas donde se asoman rostros interrogantes. Las zonas que ahora entran en protección son proveedoras, además, de muchos de los productos que alimentan a las ciudades cercanas, zonas en las que florece un nuevo futuro y tendrán convivencia con animales, aves, flores y plantas de origen mexicano. La campaña que se ha instalado contra el tren Maya que utiliza las zonas boscosas como argumento para enfrentar esa obra, tendría sentido si fuera real la defensa de la naturaleza y no estuvieran atrás grupos opositores al proyecto actual. La medida que se vincula al Lago de Texcoco, de recuperación natural, es de crear parques y sembrar millones de árboles, pero cae en el vacío de esa campaña porque la idea es evitar y oponerse. Ellos no participaron en la consulta que se realizó en 2018 para definir la situación del lago y que arrojó la confirmación: “Yo prefiero el lago”.
China, defensa de los pueblos y naturaleza, contra discriminación
Mientras se reconoce la recuperación natural, y los derechos de los pueblos que han sido afectados, otras derivaciones enturbian el ambiente y hacen que México se sume a los imperios en la denostación de grupos y culturas. Y en el último caso en nuestro país, se agarran de un asunto criticable, como la resolución de la cámara de diputados de configurar legalmente la cobranza delegada para adjudicar del salario de los trabajadores el pago de créditos de nómina. Me refiero al uso que han hecho columnistas y otras personas de la frase “uso chino” para calificar la medida. Utilizar la referencia de una cultura para ponerle a un suceso desagradable su nombre, ha sido común en Estados Unidos cuando surgen enfermedades, epidemias o brotes. En el artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Editorial Unesco) se prohíbe esa discriminación y la propia ONU ha censurado sobrenombres, apodos o frases que tiendan a esa costumbre. En el medio también se recalca la palabra florero para defenestrar funcionarios sobre todo mujeres, que es una ofensa a un género cuya defensa también entra en la generalidad del artículo mencionado. Todo lo que tienda a ofender y disminuir entra en el concepto de la discriminación. Y puede tipificar delitos. Pero mejor recordemos la belleza que rescataba el gran rey poeta de Texcoco:
No se acabarán las flores
no se acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
He llegado, he llegado aquí,
soy yoyontzin.
Por fin lo comprende mi corazón
Escucho su canto
alegraos, alegraos,
con las flores, que embriagan.