El martes se conmemoró el día Internacional de la Mujer Trabajadora, no le quitemos el apellido, porque es castrar la esencia de lucha de este día frente al sistema económico represor y patriarcal. Hoy hablaremos de economía, pero desde la historia de María.
María nació en México, un país donde la mayoría de población es femenina. No tuvo acceso a la educación, como el 60% de las mexicanas; por eso María bien puede llamarse Luisa, Petra, Juana o Guadalupe, es la misma realidad silenciada, sólo que hoy tiene nombre y también tiene voz.
Si María perteneció al grupo de mujeres que si logró estudiar, muy probablemente recibió alguna vez una ofensa o un desprecio por ser mujer (75%); quizás escuchó que “no debía estudiar”, “que se fuera a la cocina” o “que estudiaba mientras se casaba” (25%); pudo ser peor, quizás fue violentada en sus calificaciones (20%) o hasta violentada sexualmente (16%) sea por sus compañeros varones o sus profesores. Porque en México el 70% de las agresiones sexuales contra las niñas sucedió dentro de un centro educativo.
Cuando María estudiaba fue hostigada por su propia familia para que abandonara la escuela (25%); cuando salía de la escuela y llegaba a su casa, a diferencia de sus hermanos varones, debía ayudar en las labores domésticas, lavar la ropa, los trastes y hacer la comida (35%), por lo que el tiempo para dedicarse a las tareas escolares siempre fueron menores.
A pesar de todo, se logró titular, pero en el mercado laboral tardó mucho tiempo en desempleo porque el 50% de las mujeres profesionistas están desempleadas. Cada vez que iba a pedir empleo se enfrentó también a la violencia, en algunas ocasiones el empleador le pedía favores sexuales para contratarla (18%), en otras le pidieron comprobar su estado de no gravidez mostrando su toalla sanitaria manchada (9%). Si María tuviera sobrepeso tardará un 40% más de tiempo en conseguir empleo, si además es de piel morena tardará entonces 60% más que el resto de las mujeres.
Al fin María consiguió empleo. Pero se dio cuenta que gana 38% menos que sus compañeros hombres que hacen el mismo trabajo. Tuvo que aceptar así, tal vez pueda subir en el escalafón porque es muy inteligente y diligente con sus tareas o tal vez su empresa sea como el 70% que no tienen mujeres en sus niveles directivos, “techo de cristal” le llaman. Ella presenta ideas y proyectos buenos, pero el crédito se lo llevan de nuevo sus compañeros hombres; cuando habla, con frecuencia es interrumpida y ninguneada por un varón, “micromachismos” le llaman. Es muy difícil para María llegar a ser de ese 2% de mujeres que ganan más de 5 salarios mínimos al mes.
María se embarazó, pero en cuanto lo supo el jefe -por mención del área de Recursos Humanos a través del expediente que se supone confidencial-, le decidieron rescindir el contrato, igual que al 25% de mujeres que despidieron estando embarazadas. Cuando se quiso incorporar de nuevo al mercado laboral se dio cuenta que la brecha salarial con los hombres ya era del 69%. Pero tuvo que aceptar, de lo contrario se hubiera ido a ayudar a alguno de sus tíos y ser del 11% de mujeres que trabajan sin recibir un sueldo.
¡Puede poner un negocio y emprender! Claro, 16% de los negocios en México está dirigido por mujeres, pero menos del 10% de esos emprendimientos (1.6%) tienen un mayor ingreso que las empresas dirigidas por hombres. ¿Seguro por falta de habilidades? No, las mujeres que emprenden también se enfrentan a negativas con proveedores para tratar con ellas (40%), con el arrendador que no quiere firmar con mujeres (60%) o con los bancos, que “sistemáticamente” otorgan 35% menos créditos a mujeres. Aun teniendo un negocio, María no podrá decidir sobre sus ingresos, en promedio, el 60% de las veces decidirá su esposo, aunque no este inmiscuido en el negocio.
Todos los días María se levanta más temprano que todos en su casa, prepara el desayuno y el lunch de los niños. Los lleva a la escuela y luego corre al trabajo; en el camino le gritan bajezas sexuales (38%), la miran con lascivia de forma intimidante (35%) o la tocan sin su consentimiento (25%) en el transporte público. Si Maria tiene auto, no se salva tampoco, no falta el macho que le grite “tenía que ser vieja” para presumir sus habilidades para manejar o estacionarse mejor que las mujeres.
Cuando acabe su jornada de trabajo, llegará a su casa, sin importar que haya laborado igual que el marido, preparará la comida, lavará los trastes, la ropa, limpiará, ayudará a sus niños y cuidará a los enfermos y ancianos. En total María trabaja 48 horas más a la semana, trabajo que no le pagarán, pero que representa hasta un 20% del Producto Interno Bruto.
Si el marido de María se desentiende de ella, asumirá la jefatura del hogar, como el 11% de los hogares en México y como característica inherente, tendrá un 10% menos de ingresos que el de hogares con jefatura masculina. Pero quizás sea preferible a ser del 40% de las mujeres que sufren maltrato doméstico.
Y un día, María no regresó a su casa, el Ministerio Público no atendió a tiempo la denuncia de desaparición (57%) porque “seguramente se fue con un novio”. María no aparece y quizás no sabremos si es víctima de trata (16%) o sea una de las mil mujeres que en 2021 fueron asesinadas sólo por ser mujeres.
Después de conocer la historia de María ¿sigues pensando que hombres y mujeres estamos en igualdad de condiciones? Yo no quiero que María sea de mi familia, ni de la tuya, ni de nadie. Quiero que algún día este sea un cuento de terror sin números, porque sólo sea una inaceptable fantasía. El sistema patriarcal no va a caer, ¡lo vamos a tirar! luchando al lado de las incansables compañeras.
*Profesor-Investigador Universidad de Quintana Roo
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Twitter: @BandalaCarlos