Amable lector, quien escribe esta columna nunca ha ocultado su afición al futbol ni mucho menos su cariño al poderoso Puebla de la Franja.
Un domingo perfecto para este columnista cuando era niño y joven era caminar con su papá y su hermano al Estadio Cuauhtémoc y, sin importar el resultado, regresar a casa a comer con la familia.
Eran momentos buenos, de diversión, de unión entre familia. Pero de unos años a la fecha eso se deformó totalmente.
Y lo digo con conocimiento de causa.
Hace casi 12 años un aficionado al Guadalajara me arrojó una botella de refresco y hace solo unos meses, tras el triunfo del Puebla en repechaje, otro fanático de Chivas intentó agredirme mientras lanzaba cerveza a todo aquel que se le ponía enfrente.
Lo que sucedió el sábado en el Estadio Corregidora de Querétaro es solo un reflejo de lo podrida que está la sociedad mexicana.
Ni más ni menos.
Hoy en día hasta el futbol se ha polarizado. O estás a mi favor o estás en contra. Discurso que desafortunadamente desde Palacio Nacional se refuerza y ya se toma como un estilo de vida del mexicano.
Como leí en redes sociales: Hoy en día en México te matan por ser mujer, por ser activista, por ser periodista y hasta por ser aficionado al futbol.
Lo peor es que, como las autoridades de este país, en la Liga MX se toman decisiones tibias que no van a erradicar la violencia en los estadios.
Pero sabe qué, amable lector, el problema viene desde casa, pues muchos nuevos aficionados tienen como padres a fanáticos que les inculcan el odio hacia alguna playera, creando jóvenes que solo buscan lastimar a otros que no comparten la misma afición.
También el problema es que dejamos que nos impusieran un modelo de afición que llegó desde Argentina, cortesía de Andrés Fassi y Grupo Pachuca, quienes son los principales culpables de lo grotescos que ya son los mal llamados grupos de animación.
Lo que vimos en Querétaro y lo que vimos en San Luis en 2019 es el reflejo de nuestra sociedad, que ya no se tolera, que ve como enemigos a los vecinos o a los que no piensan como ellos.
La tragedia en Querétaro nos debe llevar a la reflexión, pues parece que la crisis que vivimos con el COVID-19 no nos enseñó a ser mejores seres humanos.