En los últimos días se ha dado en México una discusión que desde el particular punto de vista de este columnista resulta el menor de los problemas en la búsqueda de la equidad de género.
El lenguaje inclusivo, ese que pide que en lugar de palabras como “todos” y “todas” digamos “todes”, ha acaparado la agenda, dejando de lado temas realmente trascendentes y que urge trabajar a favor de las mujeres.
Reiterando que este es el particular punto de vista de quien escribe esta columna, el lenguaje inclusivo parece más dirigido a ser una moda “liberal”, lo que choca con la gran variedad de palabras que tenemos en la lengua española que nos permiten ser incluyentes.
Lo malo, amable lector, es que esta moda está provocando que personajes de la vida pública, como autoridades y políticos, cometan aberraciones lingüísticas con tal de notarse incluyentes.
Y de esta manera he escuchado discursos que incluyen palabras inexistentes como “testiga” o “portavoza”, inventos que a muchos hacen que nos sangren los oídos con solo escucharlas.
Es un hecho que el lenguaje va evolucionando y se va modificando dependiendo de las necesidades de las sociedades modernas, pero por qué mejor no revisamos a fondo nuestro rico lenguaje para encontrar algo que sea incluyente.
El mensaje debe ir especialmente para los políticos, especialmente para los de la #4T, que con afán de sentirse liberales y “modernos” promueven este tipo de lenguaje, pero a la hora de hablar de feminicidios, aborto y otros temas importantes para las mujeres se hacen “chiquitos”.
Que ocupemos el “todes”, el “amigues”, el “niñez” no va a bajar los índices de violencia doméstica ni mucho menos de feminicidios. Tampoco va a ayudar a combatir las desapariciones o la trata de blancas.
Dejémonos de payasadas, con todo respeto, y mejor veamos por acciones que en verdad impacten a mejorar las condiciones de vida de todas las mujeres, y cuando digo todas hablo de amas de casa, indígenas, profesionistas.
¡Todas!… o “todes” para que entiendan.
Preocupante entonces también resulta que la lucha por un mejor México para la mujer se vea reducida a una discusión sin sentido por una modificación al lenguaje.
En el último de los casos, si alguien quiere usar estos términos que lo haga, pero que no se tache de misógino, homofóbico o demás a quienes deciden seguir usando la lengua de manera correcta.