Esperando los Juegos de 2024, París ya no es una fiesta

Esperando los Juegos de 2024, París ya no es una fiesta

Foto: Xinhua

París recoge el testigo de Tokio para organizar los Juegos Olímpicos de 2024, pero la capital francesa ya no es la ciudad descrita por Hemingway y otros escritores hasta fechas recientes. Inseguridad, suciedad y una histeria ecologista antipopular han convertido a la urbe en un centro de atracción para turistas sin gusto y vetada para los menos favorecidos.

 

En algunos barrios de la llamada "ciudad luz" un ejército de zombis busca hacerse con la dosis de la droga de los pobres, "el crack". Ese grupo de drogodependientes ha provocado que el barrio de Stalingrad haya mutado en "Stalincrack" para los vecinos de la zona.

 

Es una manera de denunciar la falta de atención del ayuntamiento a sus problemas diarios: hombres y mujeres consumiendo su dosis en cualquier lugar público; gritos, peleas y agresiones hasta altas horas de la noche en ciertos distritos, antes populares, que acogen no solo a los extranjeros desesperados en busca de papeles y trabajo, sino a seres cuyo único fin es obtener los pocos euros que les ayuden a comprar la momentánea evasión de la realidad.

 

LA ALCALDESA PIDE "POLICÍAS POR TODOS LADOS"

 

Fuera del núcleo central de la ciudad, reservada para el "selfie" del turista, barrios antes habitados por artesanos y trabajadores -antaño denominados obreros- han dado paso a la inevitable invasión de "bobos" (burgueses bohemios) y otras tribus de urbanitas, triunfadores de la globalización, que conviven con un tercer mundo local, lo que les hace sentirse solidarios e "inclusivos", aunque a veces eso les cueste algún susto en forma de atraco o agresión.

 

La inseguridad es otro de los problemas que no solo la oposición local conservadora reprocha a la alcaldesa socialista Anne Hidalgo, que gobierna con apoyo de ecologistas y comunistas. El fenómeno no solo se produce en las zonas siempre señaladas, los distritos XVIII, XIX y XX, sino en cualquier barrio y, especialmente, en estaciones de tren, como la del Este y la del Norte, verdaderas cortes de los milagros. La denuncia por inseguridad ya es transversal; no es solo la derecha quien pone el grito en el cielo. La propia Hidalgo pide ya ayuda al gobierno para desplegar policías "por todos lados".

 

La suciedad, otra de las características recurrentes en los últimos años en París, ha disminuido, pero quizás debido a la bajada en la llegada de turistas nacionales y extranjeros por culpa de la pandemia mundial. Aún así, encontrarse por la calle con un hermoso ejemplar de rata urbana sigue siendo otra de las atracciones intramuros.

 

CIUDAD SAQUEADA

 

Una reciente campaña en las redes sociales con el "hastag" #SacaggeParis (Saqueo de París), denuncia la suciedad, la inseguridad y la campaña de las autoridades municipales por cambiar el aspecto del mobiliario urbano de la capital francesa.

 

La deriva ecologista en la que está empeñada Hidalgo, empujada por los verdes de los que depende para gobernar, lleva al limite de eliminar todo signo del clásico mobiliario urbano que definía a la ciudad, para remplazarlo por monstruosidades supuestamente modernas que, para cualquier observador, podrían interpretarse como restos de obras en ejecución o vertederos improvisados. Parte de ese mobiliario ha sido encontrado por ciudadanos comprometidos con su historia y recomprados para ser reinstalados en su lugar de origen.

 

De todos modos, los visitantes podrán seguir disfrutando de los nuevos "jardines participativos", a los que en muchos casos se ha privado de árboles centenarios. Una obra maestra de la nueva ciudad son los urinarios para hombres a la vista de paseantes de cualquier género; eso sí, la micción irá a parar a un conglomerado de materias especialmente verde. Se vendió como parte de la "nueva estética parisina". Tanto las clásicas "vespassienes" (urinarios protegidos por barreras metálicas), como los viejos quioscos deben ser reliquias antiprogresistas, según parece.

 

MUERTE DULCE

 

En París también se puede morir atropellado por un patinete, como le ocurrió a una ciudadana italiana el pasado 24 de junio. Para Hidalgo y sus adláteres en el Ayuntamiento, el patinete y la bicicleta son los medios de desplazamiento aconsejados. París favorece "la circulación dulce", afirma la primera regidora, en esa neolengua postmoderna que pretende convertir a los herejes proautomóvil.

 

Convertir a la religión, eso sí, a la fuerza: desde la llegada de Anne Hidalgo, las principales vías centrales de la ciudad han sido cerradas al auto, lo que genera enormes atascos que, contrariamente a lo que se defiende –la defensa del aire- crea concentraciones de polución mucho más altas que las anteriores. Las barreras físicas improvisadas para evitar el paso del automóvil han afeado brutalmente las arterias más conocidas del París clásico, además de enfurecer a los comerciantes de las zonas afectadas (casi todas).

 

La persecución política del automóvil es en realidad un castigo para las depauperadas clases medias; aquellos que no tienen los recursos suficientes para vivir intramuros y que, por horarios o por transporte de material, no pueden desplazarse desde las afueras de París hasta sus centros de trabajo. Por supuesto, los esclavos modernos, los que cumplen las tareas más bajas al servicio de los urbanitas del centro de la ciudad, tienen en las "banlieues" sus viviendas de protección oficial y sus medios de transporte ad hoc, para poder servir a los ejemplares ciudadanos ecologistas.

 

¿DE LA ALCALDÍA AL ELÍSEO?

 

Anne Hidalgo empuña ya la bandera olímpica, que va a utilizar también como añagaza propagandística para su campaña a las elecciones presidenciales de 2022. En efecto, la alcaldesa de París, que se declara independiente del Partido Socialista, en el que ha militado toda su vida, pretende convertirse en la candidata de la izquierda. Un empeño no solo complicado por la división de ese segmento político, sino por la imagen "parisianista" que tiene en el resto del país, donde lo que sus opositores llaman "delirios ecologistas" no despierten quizá mucho fervor.

 

Los sondeos de opinión le conceden, de momento, un 8 por ciento en intención de voto en toda Francia. (Sputnik)

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