Cuando el 14 de diciembre del año 2000 el secretario técnico del Fútbol Club Barcelona, Carles Rexach, firmaba en una servilleta un acuerdo para fichar a un niño argentino, nadie pensaba que se acababa de suscribir el contrato que daría a la entidad blaugrana la etapa más gloriosa de su historia.
En aquella reunión, celebrada en las instalaciones del club de tenis Pompeia de la capital catalana, Rexach matizaba por escrito que adoptaba el compromiso "bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra".
Más de 20 años después de aquel momento histórico, Barcelona se despertó este viernes de agosto con un oportuno cielo gris, aún aturdida por el inesperado anuncio nocturno de la marcha de Lionel Messi.
Joan Laporta compareció ante los medios con un discurso apagado, centrado en los motivos económicos que separan al argentino del club, donde también hubo sentimentalismo y evidente decepción por tener que desprenderse de su máxima estrella.
"Con mucha tristeza, con mucho desencanto, tenemos que tomar una decisión. Lo que no vale en la vida es seguir prolongando la agonía. Hay que tomar una decisión en un momento determinado", explicaba el presidente azulgrana, en un intento de hacer entender a los aficionados que la decisión de no firmar un nuevo contrato con Messi era inevitable.
UN AÑO DEL FATÍDICO BUROFAX
La noticia cayó sobre la afición como un jarro de agua fría, en forma de comunicado de tres párrafos que pocos esperaban, ya que se daba por hecho que formalizaría más pronto que tarde el nuevo contrato.
Ni siquiera los periodistas deportivos, que como muchos ciudadanos recibieron la información fuera de la ciudad por vacaciones, dieron por definitiva la marcha hasta que lo confirmó el propio Laporta.
"No quiero generar falsas esperanzas", dijo preguntado por si la decisión era definitiva, arrebatando a los fans toda ilusión de despertarse de la pesadilla que comenzó el 25 de agosto de 2020 con un burofax.
Ese día, Messi comunicó unilateralmente su intención de abandonar el club, una bomba que el entonces presidente, Josep Maria Bartomeu, esquivó aferrándose a la cláusula de 700 millones de euros de su contrato.
El argentino se quedó contra su voluntad, para evitar pagar o tener que llevar a juicio al club de su vida, según contó en una entrevista para Goal.com días después del polémico burofax.
En octubre, tras haber comenzado la nueva temporada con el técnico Ronald Koeman, la dirección de Bartomeu presentó su dimisión para esquivar un voto de censura impulsado por socios.
Apartado un factor de discordia con el futbolista, Messi asistió en marzo, junto a su familia y con ánimos renovados, al Camp Nou para votar en las elecciones que devolvieron la presidencia a Laporta, con quien guardaba una buena relación.
El mandatario prometió hacer "todo lo posible" para retenerlo y la negociación quedó encaminada al éxito en primavera, con la llegada del Kun Agüero por medio, y confirmada extraoficialmente en julio.
Pero la propuesta de cinco años que todas las partes aceptaban se volvió imposible por la crítica situación económica del Barça, según Laporta "peor de la prevista", y el tope salarial de La Liga a los clubes españoles.
Messi quería quedarse y el Barcelona quería retenerlo, pero los problemas de dinero se impusieron y la dirección eligió priorizar a una institución centenaria que "está por encima de jugadores, incluso por encima del mejor jugador del mundo", justificó el presidente.
EL HOMBRE RÉCORD
Para comprender el pesar de los aficionados hay que poner en contexto la dimensión de su figura, que va más allá de seis balones de oro a nivel personal y 35 títulos con la entidad blaugrana -entre ellos 10 Ligas y 4 Champions- a lo largo de 17 temporadas.
Es el jugador con más partidos disputados en Liga con el club catalán (778) y más partidos con la selección argentina (148), el mayor goleador del Barça en Champions (120) y el jugador más joven en marcar 100 y 200 goles con la elástica blaugrana.
Para la historia quedará el gol "maradoniano" que marcó el 18 de abril de 2007 al Getafe en la Copa del Rey española, salvando a cinco rivales en arrancada desde el medio del campo.
Después llegaría Josep Guardiola, el entrenador que quizás mejor le comprendió y con el que logró el histórico sextuplete -sextete, como se conoce a la cadena de títulos conseguidos- para el club en 2009, al ganar todas las competiciones en disputa.
Aquel "dream team" tuvo continuidad con la llamada MSN (Messi, Suárez, Neymar), un poderoso tridente que se entendía dentro y fuera del campo y que también marcó una época: 364 goles y diez títulos entre la temporada 2014-15 y la 2016-17.
Tras una vida en el Barcelona, entre sus próximos destinos se baraja el Manchester City, con el atractivo de reencontrarse con Guardiola, o el Paris Saint Germain, donde compartiría vestuario con Neymar.
Un adiós extraño el del crack argentino, que pilla con el pie cambiado a la afición barcelonista, confiada en la realidad del último contrato, y en medio de un inquietante silencio por parte de sus compañeros. Un epílogo del que a buen seguro no se han escrito aún sus últimos párrafos. (Sputnik)