COVID-19 mata a un trabajador de la salud cada 30 minutos en el mundo

COVID-19 mata a un trabajador de la salud cada 30 minutos en el mundo

Foto: Xinhua

El virus SARS-CoV-2 ha sido devastador entre las trabajadoras y trabajadores de la salud. Los datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) revelan que al menos 1 millón se ha contagiado en América Latina, y más de 4,000 perdieron la vida en la llamada primera línea. Dos de cada tres fallecidos, son mujeres.

 

La región de las Américas ha sido la más afectada por la pandemia de COVID-19, con casi 58.5 millones casos confirmados y 1.5 millones de muertes, según datos al 13 de abril de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El impacto no escapó al sector de la salud.

 

Millones de trabajadores de la salud se han infectado con el virus, que ha puesto a prueba su salud física y mental, además de ocasionar efectos devastadores para sus familias y sus comunidades.

Muchos de estos trabajadores han sufrido ansiedad, depresión, insomnio y estrés, y según advirtió en su alocución del 1 de abril Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se han llegado a dar casos de estigmatización y de abuso. Pero no sólo, la pandemia ha matado a muchísimos, demasiados trabajadores sanitarios y asistenciales.

 

 

A su vez, Amnistía Internacional (AI) informó que hasta el 5 de marzo, al menos 10,558 trabajadores y trabajadoras de la salud habían muerto por COVID-19 en América. A finales de marzo la OPS informó que en América Latina más de 4,000 trabajadores y trabajadoras de la salud murieron a causa del COVID-19, que dos de cada tres eran mujeres, y que hay más de 1 millón de contagios en el sector.

 

En septiembre de 2020 Naciones Unidas publicó el último informe sobre contagios y muertes en el sector de la salud a causa del COVID-19, y advertía que América tenía el mayor número de trabajadores de salud infectados del mundo: 570.000. También señalaba que Estados Unidos y México suman casi el 85% de todas las muertes por COVID-19 de estos profesionales en la región.

 

Cada 30 minutos muere de COVID-19 un trabajador o trabajadora de la salud: más de 17,000 fallecieron en el primer año de la pandemia. Los datos son de un informe realizado por AI, la Internacional de Servicios Públicos (ISP) y UNI Global Union publicado a finales de marzo. Sin embargo, las organizaciones advierten que debido no existe un seguimiento global y sistemático de la cantidad de trabajadores de la salud que fallecieron por coronavirus, es muy probable que estas cifras estén "bastante por debajo" de las reales.

 

En ese sentido, el director de Justicia Económica y Social de Amnistía, agregó que "el personal sanitario de todo el mundo ha arriesgado su vida para intentar protegernos frente a la COVID-19 y, sin embargo, en demasiados casos lo han hecho sin contar con protección alguna, y han pagado el peor precio por ello".

 

La vacunación del personal de salud

 

Las organizaciones a cargo del informe instan a los Gobiernos a adoptar "medidas urgentes" para acelerar la vacunación de millones de profesionales de la salud, y piden especialmente que se considere a "todo el personal sanitario de primera línea", incluyendo a los que "en muchos casos han sido ignorados durante la pandemia, por ejemplo el personal de limpieza, de salud comunitaria y de servicios sociales".

 

Esta advertencia llega en un momento en el que las desigualdades en el acceso a la vacuna a nivel mundial no dejan de aumentar. Según información de las organizaciones, hasta finales de marzo, más de la mitad de las dosis disponibles en todo el mundo se habían administrado en tan solo 10 países ricos en los que vive menos del 10% de la población mundial; mientras que, en más de 100 países, aún no se ha vacunado ni a una sola persona.

 

Las organizaciones aseguran que la inseguridad de las condiciones laborales y la falta de equipos de protección individual (EPI), han generado enormes problemas para el personal sanitario de todo el mundo durante la pandemia, especialmente en las primeras fases.

 

Algunos colectivos se han visto especialmente afectados por este abandono, y en países como Malasia, México y Estados Unidos, el personal de limpieza, de servicios auxiliares y de servicios sociales han sufrido represalias, entre ellas despidos y detención, por exigir EPI y unas condiciones de trabajo seguras.     

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