La gobernabilidad es uno de los principales elementos que deben buscarse en transiciones o administraciones en turno.
Por eso Eduardo Rivera está cuidando la gobernabilidad de su probable futura alcaldía.
Con la experiencia de ya haber gobernado la cuarta ciudad más importante de Puebla, sabe que para poder fortalecer su proyecto de 2024 y trabajar sin mayores obstáculos necesita forzosamente las regidurías.
En el espejo de la alcaldesa Claudia puede verse reflejado.
Si bien la presidenta tiene una larga tradición morenista, sus principales críticos son los regidores de su mismo partido, el llamado Grupo G5.
A sabiendas del apoyo que tiene de militantes de peso en el plano nacional y local, Lalo Rivera reitera que no cederá en candidaturas a regidores.
Y tiene razón.
Es el puntero de las encuestas y el que mayor experiencia política territorial tiene.
¿Por qué razón tendría que ceder más allá de lo políticamente razonable?
Sobre todo considerando que un buen gobierno le abre a él y al PAN las llaves de Casa Puebla en tres años.
Lo que podría parecer un acto de soberbia -no ceder candidaturas- en realidad es un acto de cálculo político bien pensado y al cual se deberían sumar otros panistas.
Desde tiempos de Rafael Moreno Valle el reclamo constante de los azules más antiguos era que en realidad el PAN no gobernó.
Cierto. En el primer gabinete del finado mandatario, la única panista era Myriam Arabian.
Con el tiempo se incorporaron nuevos panistas del morenovallismo a subsecretarías y direcciones, pero el círculo compacto nunca lo tuvo Acción Nacional.
La posibilidad de que Lalo Rivera sea gobernador en tres años debería ser considerada por los azules.
Al fin un gobierno 100 % panista. Al fin un gobierno similar a Guanajuato, Tamaulipas o Querétaro.
Y lo único que cuesta es la gobernabilidad plena del próximo cabildo.
No es soberbia. Es cálculo.