En 2018, Andrés Manuel López Obrador elevó la participación electoral por 20 puntos aproximados. Con ello, cambió radicalmente la realidad política del país.
El alcalde de Amacuzac es el mejor ejemplo de la ola amlista. Preso por delitos contra la salud, delincuencia organizada y secuestro, gobierna desde la cárcel.
El edil ganó en 2018 debido al impresionante crecimiento de la participación electoral causado por López Obrador.
En elecciones con una participación media en México, usualmente, las proyecciones apuntaban siempre a una actividad de entre 40 y 45 % del listado nominal.
Por ello, cuando López Obrador provocó un crecimiento de 60 %, los 20 puntos restantes fueron votos que prácticamente se concentraron en los candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional.
De esa forma, candidatos que pudieron haber perdido por 10 puntos -una distancia considerable- ganaron con la misma ventaja.
Candidatos populares recibieron con beneplácito este crecimiento de votos.
Candidatos impresentables -como el de Amacuzac- o apenas sin reconocimiento se convirtieron en autoridades por este índice de participación.
Pero, aunque muchos morenistas así lo consideran, esta circunstancia no se repetirá en junio.
Una revisión histórica de la participación electoral permite observar que es más fácil modificar las preferencias de un mexicano votante que sacarlo a votar si no tiene la cultura cívica de la participación.
¿Por qué en 2018 los mexicanos que nunca habían votado salieron a las urnas?
Por el sentimiento de rabia de la población contra los políticos que había sido acumulado por años y azuzado además por López Obrador.
Pero ese estallido de venganza ya ocurrió y dado que la transformación esperada no ocurrió, ese votante que solo por única ocasión había sufragado, este año no lo hará. Decepcionado por la clase política, regresará a su indiferencia política.
Así, en el mejor de los casos, la participación será de aproximadamente 40 a 42 % de la población validada en el listado nominal.
Y si tomamos en cuenta los efectos de la pandemia, el miedo al contagio, el interés de sufragar podría caer aún más, a 35 o 39 %.
En consecuencia, como ocurre siempre en elecciones poco participativas, los ganadores se decidirán por la correcta operación de la estrategia de estructuras.
En efecto, esta elección es -como nunca- de estructuras de voto que mediante una operación coordinada puede hacer ganar o perder a un candidato.
Si bien este escenario afecta a todos los partidos, los morenistas son quienes más deben advertirlo, porque ellos fueron los beneficiarios del efecto AMLO, hoy convertido en espejismo.
Sin el presidente en la boleta, no es posible repetir los resultados de 2018.
No existe el “si a Andrés Manuel le va bien, a mi igual”.
Eso solo ocurrió una vez y el efecto no se repetirá.