Científicos revelaron un método hasta ahora desconocido para identificar a un mentiroso por medio de un comportamiento.
Un equipo de investigadores afiliados a universidades británicas y neerlandesas, tras estudiar una serie de interacciones sociales, descubrieron que cuando un individuo miente frente a otra persona, muchas veces tiende a imitar a su interlocutor, de forma inconsciente, con movimientos corporales y por un breve periodo de tiempo, de acuerdo con una investigación publicada en Royal Society Open Science.
Para llevar a cabo el estudio, los científicos llevaron a cabo una serie de pruebas que motivaban a un grupo de voluntarios a decir mentiras con ingenio. En una primera etapa, se les pidió resolver un complicado rompecabezas, el cual se les dijo que sería sencillo. Mientras lo resolvían, miembros del equipo de investigación abandonaban la sala simulando haber dejado por accidente las soluciones del rompecabezas a la vista de los entrevistados. A su vuelta, fingían darse cuenta de su error y preguntaban a los sujetos de estudio si las habían utilizado.
En caso de no hacer trampa o no lo admitirlo, investigador y voluntarios resolvían juntos el rompecabezas con las soluciones ahí dispuestas. En cualquiera de los tres posibles escenarios, se les pidió que mintieran acerca de haber visto las respuestas.
Para la segunda etapa del experimento se les pidió a los voluntarios mentir sobre su participación en un juego de rol en el que se resuelven misterios. Para lo cual se les dio información acerca de los otros participantes con los que supuestamente habían jugado, a fin de que pudieran elaborar una mentira mucho más compleja y creíble.
En la última etapa del experimento, una entrevista acerca de las pruebas hechas, tanto al entrevistador como al entrevistado les fueron colocados acelerómetros y sensores en distintas partes del cuerpo para monitorear los movimientos de ambos durante el interrogatorio, y de esta manera medir la sincronicidad no verbal entre los interlocutores.
Tras comparar los resultados, los científicos descubrieron que la coordinación del comportamiento no verbal del entrevistador y el entrevistado aumentaba a medida que la tarea de los voluntarios se volvía más exigente desde el punto de vista cognitivo, es decir, los participantes tendieron a imitar las acciones de sus interlocutores, y mientras más compleja era la mentira, mayor número de movimientos imitaban.
