La a todas luces imparable pandemia del SAR-CoV-2 que provoca la enfermedad del covid-19, justo cuando la aldea acumula 62 millones de casos y 1.44 millones de muertos y cuando la esperanza de un combate decisivo con las diversas vacunas que se encuentran en la fase final de pruebas, México registró un nuevo máximo en el registro diario de contagios confirmados con 12 mil 81 personas, lo que implica 1 millón 90 mil 675 casos desde que el coronavirus tuvo su primer registro en territorio azteca y 105 mil víctimas mortales.
Con todo y que la luz de esperanza que se avizora con claridad en este largo y costosísimo túnel para la vida, la economía y la salud mental de los habitantes del planeta, especialistas de la Organización Mundial de la Salud marcaron con franqueza desde Ginebra, Suiza, los alcances de las vacunas, porque “no van a lograr, por ahora, erradicar al nuevo coronavirus, ya que mientras se van administrando a los grupos prioritarios continuará existiendo personas conocidas como “supercontagiadoras”.
De plano advierten que hasta que no sepamos cómo funciona en la vida real o tengamos más detalles sobre la forma en que la enfermedad se transmite, “no podemos pensar que con la llegada de las vacunas se va a poder erradicar al virus”. Y aconsejan: “Hay que ser muy cautos, ya que siempre que haya el potencial de una persona ‘supercontagiadora’ nos arriesgamos a que haya una transmisión, aunque exista una campaña de vacunación”, que por lo demás es probable tarde todo el 2021 para ser aplicada en todos los rincones del planeta, siempre que la producción sea suficiente, la distribución oportuna y la aplicación gratuita. Y las tres condiciones están aún por verse.
El registro del nuevo récord de contagios mexicanos confirmados (27-XI-20), coloca al Estado –territorio, población y poder, según la definición convencional más extendida y que no comparto–, frente a un formidable reto que para ser afrontado con éxito requiere del concurso de los agentes sociales y económicos, los actores políticos y sobre todo de la sociedad toda, sin los distingos de civil, política y otras.
Franjas de la sociedad muestran signos de cansancio y desgaste emocional después de casi nueve meses de sana distancia y confinamiento, de nueva normalidad y para lo cual la conducta de sus representaciones institucionales y dirigencias de todo tipo no son muy ejemplares.
Por buenas y malas razones, comprensibles pero injustificables las segundas, la autodenominada clase política convirtió la pandemia en un medio de puja y denuncia frente a sus adversarios, que en esta materia más bien los trata como enemigos, en una arena política con la vista puesta en el primer domingo de junio próximo.
Para todo hay tiempo. Y seguramente nada legal impide a los actores políticos usar todos los medios lícitos para confrontarse con la coalición gobernante, mas no pareciera ético que los secretarios de Salud de los últimos 18 años ahora actúen como severos críticos de las políticas federales, cuando entregaron un sistema sanitario en condiciones raquíticas y con el sello distintivo de la corrupción. Allá ellos que buscan espacios políticos para el 2021, como lo exhibe Salomón Chertorivski.
Igualmente es indispensable que el titular del Ejecutivo federal acentúe más y mejor su compromiso personal con la sana distancia, con alguna frecuencia violentada en Palacio Nacional, con el uso del tapaboca y que no olvide que la fuerza de su ejemplo es imprescindible, aunque sus detractores estimen lo contrario.